De las aguas milagrosas

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En Palencia capital, el agua del pozo de la Cripta de San Antolín atrae ingentes colas de fieles que esperan recibir el beneficio de beber de su agua el día del Santo. Pero seguramente, al igual que los Reyes Magos son los padres, el agua que se reparte es más responsabilidad de Aquagest que del Santo. Ningún alcalde ni ningún obispo se iban a arriesgar a intoxicar a ciudadanos tan buenos creyentes y beatos.

Cuando en el comienzo de los días se organizaba la sociedad humana ya existían explicaciones mágicas para todo lo desconocido. Gurús, sacerdotes, hechiceros, videntes, interpretadores de las presuntas voluntades superiores que ellos mismos iban creando, visionarios que decían conocer los secretos de la vida y del más allá de la muerte mientras iban acumulando poder. En eso nada hemos cambiado, y no solo los hay en las religiones, también en las finanzas, en la política…, y son estirpes que crecen sin cesar creando y quemando ídolos y mitos a golpe de conveniencia.

El hombre, en genérico, ha recibido de la tierra su medio de vida y su alimento, en dura y desigual pelea. El optimismo humano y el sentido lúdico siempre fue la compensación para que tanto sacrificio haga merecer la pena la existencia, de modo que se celebraba la fiesta de la vendimia, o de la siega, o de la primavera o el solsticio de invierno.  El caso era parar un poco de trabajar y disfrutar de lo conseguido.

De su rentabilidad se dieron cuenta enseguida los dirigentes y comenzaron a apropiarse del tirón popular para captar adeptos, dominar mentes y poner nombres de santos a festividades que eran la alegría del pueblo y que se tacharon de paganas. Había que bendecirlas y beatificarlas para quitarle los malos humos libertinos y pecaminosos.

Pero no todo quedó en las fiestas, abarcó muchos otros aspectos de la vida de la personas, incluidos los lugares y las fuentes. ¡Qué pueblo no tiene una fuente con nombre de santa o santo! Santa Águeda, Santo Toribio, San Juan… donde los lugareños acudían con sus garrafones para llevarlos a casa para beber, hasta que el farmacéutico competente mandó colocar aquél doloroso letrero que dice “Agua no tratada” o peor aún “Agua no potable”. Algo incomprensible, cuando desde siempre se le había aplicado incluso propiedades curativas y saludables.

En Palencia capital, el agua del pozo de la Cripta de San Antolín  atrae ingentes colas de fieles que esperan recibir el beneficio de beber de su agua el día del Santo. Pero seguramente, al igual que los Reyes Magos son los padres, el agua que se reparte es más responsabilidad de Aquagest que del Santo. Ningún alcalde ni ningún obispo se iban a arriesgar a intoxicar a ciudadanos tan buenos creyentes y beatos. «Diario Palentino, 30 de agosto de 2009»

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