Empeñando los recuerdos

joyas empeñadas

Joyas, ajuares y otros bienes terrenales acabarán entrañando un compendio de emociones confusas

Los Montes de Piedad, origen de las actuales Cajas de Ahorro, surgieron para defender a los humildes de los intereses abusivos y condiciones leoninas de las casas de empeño de prestamistas usurarios que aprovechaban las escaseces económicas de las familias para apropiarse de sus bienes bajo la esperanza de que nunca conseguirían los recursos suficientes para devolver el principal mas los intereses.

Junto a las historias de los abuelos y las leyendas de los antepasados, las familias heredan viejos recuerdos materializados en objetos. Joyas, ajuares y otros bienes terrenales acabarán entrañando un compendio de emociones confusas sobre personas o circunstancias, la mayor de las veces tan adornadas de tanto versionarlas, que a buen seguro ya casi nada se parece a la realidad.

En el viejo film de El Ladrón de Bicicletas ( Vittorio de Sica, 1948), la bicicleta convertida asimismo en útil de trabajo, debe salir de la casa de empeños rescatada a cambio de unas sábanas de hilo consideradas patrimonio familiar y bajo evidente dolor, casi épico, de su dueña. Nos agarramos a los objetos y vertemos en ellos parte de nuestra alma, sobre todo si no son necesarios al uso cotidiano.

Poseer lo superfluo es presumir un plus de sobranza, un lujo, una belleza prescindible que atesora parte de una época familiar historiada. Hay familiares que llegan a enemistarse eternamente a causa del reparto de esos trozos de alma común familiar. Los olisqueadores y acaparadores de dinero enseguida olfatean el olor de las raigambres emocionales y lo sopesan con la necesidad que sufre el ofertante, así se incrementará el interés de su préstamo.

El bien empeñado valdrá tanto como el dolor de su dueño al desprenderse de ello, y así funciona el mercado de la usura en dos tercios del planeta. Cuánto más pobres más empeñados, menos dueños, la cuerda se cierne sobre su cuellos, nunca pueden salir.

La inmigración y la crisis han revivido la vigencia de este viejo recurso en sociedades que lo habían superado. Para superar un mal momento sin dar que hablar o simplemente para comer, las joyas de la abuela recorren el camino de los Montes de Piedad bajo el sudor frío y la desazón de sus dueñas que vuelven a casa cabizbajas por la sensación de haber cometido alta traición. «Diario Palentino, domingo, 2 de agosto de 2009»

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