Mi leucemia

charliebrown

En la sabiduría oriental se considera que el destino de cada Ser es encontrar y seguir su senda. Pero durante la ruta, en la mayoría de las ocasiones, es el camino el que nos encuentra y nos sorprende con algo inesperado. Tal vez sera el atractivo de la vida, el misterio del azar que salpica la creencia ingenua de que el destino está en nuestras manos.

El médico habló en tono circunspecto y al mentar la palabra leucemia seguida de una apremiante necesidad de ingreso hospitalario inmediato, fue como entrar en un tunel sin tiempo. La figura de un personaje de bata blanca que se recortaba en el contraluz de una ventana, hablaba y explicaba en tono profesional y rutinario, retazos sueltos del mal descubierto, la premura, la incertidumbre del grado de gravedad, las pruebas que seguirían, los tratamientos terapéuticos inmediatos, la punción, todo seguido, sin puntos ni comas…

Sin pestañear nuestros ojos, los de mi marido y los míos, decidieron ponerse a llorar al unísono, sin previo acuerdo, tal vez sin tan siquiera mirarnos. Aquello no eran lágrimas redondas que rodaban por los pómulos, eran auténticos ríos, cauces contínuos sin término que nos mojaban la piel y la ropa.

Después de los primeros ecos del notición, las palabras del doctor quedarón como un murmullo. Me distraje yendo a parar a la cocina de mi abuela, ella y yo deshojábamos cada noche el taco del calendario diario para leer y comentar el proverbio contenido en la parte de atrás. Pero en ese momento vi como en la punta solo colgaba ladeandose la fecha del día. Mi hoja de ruta había cambiado en un instante, ya no había una escalera delante de mí, solo un peldaño para cada día.

Y como la suerte también se encuentra caminando, mi tratamiento va viento en popa, todos los pronósticos prometen. Los hados del destino me son favorables porque los míos están conmigo y tengo montón de amigos y personas que me quieren mucho, ahora lo sé. Es mi mejor descubrimiento. «Diario Palentino, 7 de junio de 2009»

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