Mujeres violadas

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“Tal vez nadie pueda saber a ciencia cierta si es o no fruto de una violación de su padre para con su madre”

Que nadie se eche las manos a la cabeza, ya es tiempo de hablar con claridad de los temas que atañen a las mujeres, de la cruda realidad. Los gestos de hastío que sueltan inconscientemente algunos hombres cuando se les habla de la parte más sombría de la vida de muchas mujeres denota que aún la empatía, la comprensión y el sentido de justicia están muy lejos. Los alardes sobre el poder del dominio macho sobre las propias mujeres de la familia aún suenan demasiado frecuentes en conversaciones exclusivas entre hombres. Una cámara oculta, un móvil simplemente, debiera grabar los intercambios de expresiones en grupos y reuniones de hombres en bares, bodegas y club, para ponérselo luego en pantalla y que ellos mismos se escucharan las barbaridades que sueltan a cual mayor para no quedar atrás su mísero ego.

La historia de Ameneh Bahrami, la mujer musulmana que fue quemada con ácido por un compañero de universidad porque no le aceptó como esposo es una muestra. Del ataque despiadado quedó ciega, calva, parcialmente sorda y totalmente desfigurada, consiguió una condena de ceguera parcial para su agresor en quirófano y previa anestesia y tuvo que escuchar de voz del tribunal que su vida valía la mitad que la de un hombre por eso la sentencia contemplaba para el agresor solo perder un ojo. El caso fue como un termómetro de opinión, de cómo las voces masculinas espantadas se alzaron clamorosas pidiéndola para él la piedad que él no tuvo con ella. Quedó claro que es muy fácil ser hombre en cualquier latitud y solidarizarse con los otros hombres sin más criterio que ser hombres también, aunque se trate de homicidas.

Así se ha puesto de manifiesto en la reciente ley pakistaní que permite la violación en el seno del matrimonio. Ninguna voz masculina se ha oído para protestar, ni políticos, ni portavoces católicos que tanto hablan de todo lo que atañe al sexo, solo Angela Merkel ha protestado airada. ¿Por qué? la respuesta es muy fácil, la violación en el seno del matrimonio ha sido una práctica habitual en la historia de las mujeres, y lo sigue siendo en todas aquellas sociedades imbuidas de las religiones que ordenan a las mujeres atender a los hombres desde un nivel inferior, desde la desigualdad, y lo sigue siendo tal vez no demasiado lejos.

Y lo curioso del caso es que tal vez nadie pueda saber a ciencia cierta si es o no fruto de una violación de su padre para con su madre. Los secretos de alcoba son los mejor guardados y las mujeres se los suelen llevar consigo a la tumba, para no dar que hablar, para no desmerecer a los ojos de nadie, para echar tierra intentando simular que hay cosas que no ocurren, que nunca sucedieron, injusticias sobrellevadas en silencio.

En el distorsionado debate que la Iglesia Católica ha abierto sobre el aborto, ésta asegura que ni en caso de violación estaría justificado. Aparte de despreciar e ignorar radicalmente a la mujer como ser humano sujeto de derechos, esta teoría condena al ser venidero a una amarga existencia cuando llegada la edad de saber sobre su origen deba escuchar que es un hijo no deseado, fruto de la violencia y que su padre es un delincuente ¡Menuda lápida! Es como para decir a la sacrosanta Iglesia ¡Ay amor, ya no me quieras tanto! Y para colmo de perversión legal cuando el padre violador cumpla su condena, si se le impone, tal vez pueda incluso reclamar la paternidad y exigir régimen de visitas e incluso custodia compartida para más escarnio, y que le pase pensión alimenticia para el hijo si la madre tiene más posibilidades económicas. Nuestra legislación impide esta posiblidad pero visto lo que hay por el mundo de todo puede pasar.

La razón solo tiene un camino y mientras no se admita el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo no hay salvación. Cualquier otra postura, cualquier otro enunciado, cualquier otro argumento ocupa un nivel en la escala marcada entre el desprecio y el atentado contra la dignidad de la persona-ser humano-mujer, por mucho que se quiera disfrazar con discursos proteccionistas de corte paternal. «Diario Palentino, 12 de abril de 2009»

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