/Una buena parte de la sociedad española, liderada por el sector más conservador de la Iglesia Católica y por el núcleo duro del PP, entre otros núcleos duros, sigue aferrada a “su libertad”, al intento de imponer al resto de la sociedad sus convicciones, usos y costumbres./
De nuevo a la calle. Están en su derecho. Vivimos en un país democrático donde la libertad de expresión no debe cuestionarse y por lo tanto puede ser ejercida por quien lo desee, eso sí, respetando la libertad de los demás. Y es aquí, a mi modo de ver, en el uso de la libertad, donde radica el problema. Es una pena que ese fervor por la libertad no lo demostraran cuando paseaban a Franco bajo palio, imponían su religión como única en las escuelas, sustituían el divorcio por el ahí te quedas y quienes tenían recursos iban a abortar a Londres, por señalar algunas de las conductas sociales de no hace tantos años. Viene a mi memoria la furibunda campaña contra la Ley del Divorcio y lo que tuvo que aguantar el entonces ministro Fernández Ordóñez, que en paz descanse, hasta su aprobación. Una vez aprobada, prohombres de la derecha, católicos confesos, no tuvieron recato alguno en hacer uso de ella para romper sus lazos matrimoniales. Es la doble vara de medir, como ocurre con el preservativo y otros métodos anticonceptivos cuyo uso prohíbe la Iglesia, que sólo acepta el coitus interruptus y el control de la temperatura basal como métodos para regular la concepción, y que me consta utilizan una buena parte de la grey católica.
Y, hablando de preservativos, condones, profilácticos o como ustedes quieran llamarlos, les recomiendo el artículo, Falsedades papales, que Joan Barril nos regala hoy en El Periódico de Cataluña:
«Pero lo que sí es una mentira evidente es considerar, como ha hecho Benedicto XVI, que el uso del condón es la causa de la propagación del sida. En el manual de uso de la religión católica no estaba prevista una falsedad de tal calibre y, al mismo tiempo, tan enormemente peligrosa».