Reinventar a Marx

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*El monólogo de los hombres en su laberinto (21/1). No encuentran la salida.

“Sería un buen momento para salir del lamento y resucitar algunas cosas buenas de Marx y los utópicos”

La teoría del crecimiento económico sostenido que tan buena vida y seguridad nos ha proporcionado durante muchos años, no podía ser más que una quimera. Voces sonaron diciendo que Marx había muerto y su doctrina era totalmente prescindible. Así lo ratificó también la caída de los regímenes comunistas más representativos y proselitistas. La casualidad hizo que confluyeran los tiempos de bonanza económica con el fracaso de aquellas utópicas doctrinas. El capitalismo es como un diablo líquido que burla ladinamente todas las cortapisas y se cuela camuflado por todas las rendijas. El capitalismo nunca muere porque se basa en la codicia humana y esta es inherente al propio ser darwiniano. Para contrarrestarlo solo existe la otra cara, la de la virtud de la solidaridad y el empleo de la razón, también inherentes pero ambas escasas, más cuanto mayor abundancia alrededor. Bien alimentados y con los píes calientes es muy difícil empatizar con quien tiene hambre y frío. A veces ver sus rostros resulta hasta molesto, incómodo porque nos despierta el aletargado Pepito Grillo de la conciencia que ya se ha quedado afónico de gritar y no ser escuchado.

Tan holgados estábamos en nuestro mundo del bienestar que olvidamos cuidar los fundamentos de la despensa. Las aves del campo no trabajan y encuentran cada día el alimento, eso dicen, pero en realidad no hay censo de pájaros muertos por inanición, casi me atrevo a decir que no lo hay de las personas, las cifras que nos dan se calculan por aproximación.

Olvidamos que en la sociedad humana, acaparadora y depredadora, la propiedad privada ha de cumplir una función social. Hicimos como el pícaro Lázaro, no nos quejábamos de que el ciego comiera las uvas de tres en tres porque nosotros también hacíamos trampa comiéndolas de dos en dos.

Mucha gente, casi una generalidad, aplaudía o envidiaba al triunfador en las finanzas, al que era capaz de desmarcarse y en una sola generación de negocios podía encumbrar rodeado de ostentosos lujos. Tal es así que en el ámbito de los partidos políticos cuyo objeto primero es ganar el poder para gobernar y vuelcan todas sus energías en estudiar estrategias y candidatos que sean imanes de votos, uno de ellos, el que encarna la derecha española, liberal, capitalista y de “negocios”, el Partido Popular presentó como imagen estelar de su campaña a Pizarro, ejecutivo presuntuoso y despreciativo que se jactaba de sus contratos blindados y de los muchos millones euros embolsados. ¿Dónde le tienen ahora? Está escondido. Quién pueda hablar hoy de poseer millones de euros se ha convertido en un ser insolidario y enemigo de la justicia social, automáticamente caerá bajo sospecha de culpabilidad de haber acaparado la parte de otros que no tienen nada o muy poco. Así circulamos por el mundo los humanos, a golpe de acontecimientos impredecibles, a lo abulto, a lo tonto.

Tenemos los pelos de punta y la crisis nos entra por los poros. Ahora que estamos aterrados, que el abismo aún no acabó de abrirse, que aumentan vertiginosamente los muertos por hambre. Ahora que nos acordamos del pararrayos cuando truena, ahora que tenemos las mentes abiertas a soluciones novedosas, ahora sería el mejor momento para salir del lamento y resucitar algunas cosas buenas de Marx y los utópicos que nunca se debieron abandonar.

Los bienes de la tierra son de sus moradores, personas, animales o cosas. La “Pachamama” es capaz de producir suficiente riqueza para alimentar a todas sus criaturas. Es responsabilidad de todos poner un límite a los desmanes, a los atropellos, al latrocinio. Poner cotas legales universales a sueldos y contratos desmesurados, poner techo a las ganancias y beneficios desproporcionados, prohibir taxativamente los intereses leoninos como el reciente descubrimiento de los suelos de las hipotecas. Al igual que existen las prohibiciones legales de la acumulación de empresas monopolísticas, debieran existir rígidas leyes de control de acumulaciones abusivas de capital. Y leyes que garanticen un mínimo de supervivencia saludable para todos los seres humanos, a partir de ahí controladas despensas particulares.

Pero el mundo de la política está montado en la inmediatez, en el titular de prensa, en ganar elecciones, en salir en la foto de los importantes, en decir que se hace, pero luego en ninguna cumbre ningún líder político se moja y propone un acuerdo multinacional de medidas extraordinarias de respeto universal que garanticen a medio y largo plazo un mínimo por abajo y un límite por arriba. En lo alto de “las cumbres” siempre hay un diablejo riendo del vertido inútil de palabras. El rey soy yo, se jacta.

«Diario Palentino, 15 de marzo de 2009»

Un comentario en «Reinventar a Marx»

  1. Quizás debamos volver al Marx menos marxista, el que se abre al mundo postmoderno a través de intuiciones atrevidas y no de sistemas cerrados como el de «El Capital». Me refiero al Marx de los «Grundrisse» y al de los Manuscritos Económico- filosóficos» de 1844, cuya lectura ha bordeado siempre lo subterraneo frente las interpretaciones dominantes de Lenin, Trosky y Mao. Quizás sea su yerno Paul Lafargue y su «Derecho a la Pereza» el primero en abrir esa línea de interpretación que entiendo que llega hasta nuestros días con Serge Latouche y su «La apuesta por el Decrecimiento».

    Un saludo,

    J.C.

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