Ámsterdam, la Libertad II/III

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Las personas ocupadas en la prostitución se exponen en ventanas alquiladas por ocho horas (tres turnos). Los precios del alquiler oscilan entre los 150 y los 300 euros por jornada, dependiendo de la ubicación de la ventana, según la calle, el canal, a pie de peatones, en semisótano, etc. Desde el año 2000 la prostitución está legalizada, deben tener autorización para ejercerla y pagar los impuestos. En la declaración de ingresos los gastos ocasionados con motivo del negocio desgravan: alquileres, juguetes, condones, etc. Siempre con su factura legal. Quienes más dinero ganan son los transexuales.

No se dejan fotografiar, sin embargo no tienen inconveniente en hablar abiertamente de su trabajo. La tarifa mínima por servicio sexual es de cincuenta euros por quince minutos (tres canciones de la radio que acompaña la función). Previo aseo e inspección higiénica al cliente, el acto común tiene lugar de espalda con el tanga siempre puesto y hacia un lado, en la postura tradicional estándar de “perrito” y sin derecho a tocar, así la trabajadora no ve ni huele al cliente ni se estropea el maquillaje. El sexo oral lo practican con preservativo, cubierto un amplio entorno de papel deshechable y con las manos a la espalda Cada capricho añade precio, tocar senos, trasero, que sonría, etc. va sumando cincuenta euros más. Las especialidades o el “sado” alcanzan un precio de trescientos euros por cuarenta o cincuenta minutos. Se ofrecen todas las modalidades inimaginables en individual, por grupos, hombres, mujeres, transexuales, todos juntos, etc. La luz que enmarca la ventana señala el tipo de servicio sexual que se presta. Luz roja, es chica; roja y celeste es travesti; roja, celeste y negra ofrece “sado”.

En la actualidad, según censo municipal, el número de permisos se mueve alrededor de unas diez mil mujeres y mil hombres que se exponen en quinientas ventanas explotadas por unos ciento cuarenta burdeles. No obstante, la legalización no ha dado los resultados esperados. Tradicionalmente las ventanas eran regentadas por mujeres retiradas del negocio o agencias que agrupaban caseros, pero en los últimos años se ha visto como las mafias asiáticas y del Este están contaminando el Barrio Rojo con tráfico de mujeres, de drogas, violencia por el control de los territorios, inmigración ilegal y todo tipo de malas prácticas que ensordecen la pacífica convivencia de los holandeses.

La Municipalidad ha elaborado un plan de reducción y control extremo de la prostitución para rehabilitar el Barrio Rojo, situado en el centro histórico de Ámsterdam, y convertirlo en zona de restaurantes de cierto nivel, galerías de arte, moda y diseño. Adquiere ventanas y las cede a jóvenes creadores, fotógrafos y artistas o coloca en ellas maniquíes que rememoran la tradicional exposición del mercado del sexo pero en versión artística.

En el paseo por el casco histórico encontramos otras curiosidades como el Reformatorio de Prostitutas, fundado por Guillermo de Orange. Las señoras de los nobles, custodias de la moral pública, recogían a las chicas prostitutas en las calles y las internaban en la casa de reforma donde eran violentamente convencidas de su mal hacer. Los días de mercado, la gobernanta vendía tiques para quien quisiera colaborar en su metamorfosis golpeándolas.

Junta a la Plaza de las Torturas, donde los calvinistas velaban por la pureza de costumbres, se creó la Escuela de Medicina (hoy aloja un restaurante de diseño) debido a la facilidad de impartir y aprender lecciones de anatomía en los cadáveres y restos humanos que quedaban abandonados después de la purga religiosa. Lugar frecuentado por Rembrandt para estudiar con detalle el cuerpo humano por el que sentía una profunda compasión visible en sus lienzos. Dos siglos después, Napoleón invade Ámsterdam y coloca una guillotina en dicha plaza para convencer a los rebeldes de que su hermano Luis era el mejor regente. Cuentan las leyendas macabras que la sangre corría calle abajo y los niños jugaban con las cabezas al caer la tarde.

Una última curiosidad, las fachadas y las ventanas a la calle pagan impuestos por sus dimensiones, lo que explica su estrechez. Se muestra a los turistas la más exigua de la ciudad que mide 1,75 metros de ancho, la casa en total tiene un fondo de veinte metros.

Otro día hablaremos del sistema de ocupación de viviendas vacías, del Homomonument y algunas cosillas más. La Libertad da mucho juego. Salud sin atragante.

«Peródico CARRIÓN, 2ªquincena febrero 2009»

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