“La propiedad privada es un derecho, pero hasta el límite en que ha de cumplir una función social”
Las desconcertadas políticas de los países del bienestar sobreviven a trompìcones camufladas bajo la capa de la crisis mundial. El conflicto palestino israelí en la franja de Gaza ha añadido altas dosis de amargura y preocupación a los dulces del cambio de año, porque, como a perro sarnoso todo son pulgas, a la falta de expectativas halagüeñas en la mejora de la economía mundial se une el aumento del enfrentamiento con el mundo árabe, un abismo que no tiene visos de mejorar y que divide opiniones, defensores y detractores de ambos bandos, que multiplica el riesgo de ataques terroristas de matices islamistas y no aporta nada positivo a la necesidad de abrir un camino de armonización mundial.
La alarmante noticia de que en nuestro país a fin de año anida un millón más de parados nos descoloca, es un millón de familias más empeorando considerablemente su situación, casi tres millones de almas más en la zozobra de la inseguridad del mañana o ya en la certeza de la necesidad. Si teníamos dos millones de desempleados, ahora son tres y los pronósticos, por muy optimistas que queramos ser, es que llegarán a cuatro el próximo año. Debemos prepararnos para la recesión, es lo que toca, no caben mensajes en positivo ni sonreír forzadamente mientras se pretende trasmitir que no pasa nada, sería una hiriente falta de empatía, como una burla para quien tiene que padecer el fin de mes cuando no llega comida a la mesa.
El mundo es un elemento vivo, la sociedad, y su organización, el cuerpo humano, todo lo que nos rodea está sometido a cambios imparables a los que tenemos que hacer frente según se van produciendo. La diferencia del momento actual consiste en que ahora ya no es tiempo de soluciones parciales ni improvisadas, las dificultades de supervivencia son de escala mundial, afectan a todos los habitantes del planeta. Es el momento de nuevos planteamientos, la salida de la situación de dificultad requiere novedosos y valientes enunciados, una nueva organización de los sistemas económicos, otro experimento más, pero el materialismo dominante y el ansia del máximo beneficio que impregnaron el siglo XX han matado a los filósofos y acallado a los profetas por molestos. Es el momento de constatar la muerte de las ideologías. El capitalismo es motor del crecimiento y culpable del caos, el socialismo languidece en un espacio indeterminado y confuso después de haber fracasado en sus aplicaciones puristas, y de haber sufrido el abuso en populistas discursos que no han conseguido evitar obscenos abismos en la acumulación de riquezas ni mejoras en la vida cotidiana del tercer mundo.
Rajoy no sabe que decir, despistado entre el fracaso electoral achacado a la dureza de su crítica destructiva inducida por la sombra de Aznar y el núcleo duro de la FAES, ahora no encuentra un discurso dictablando que logre variar el concepto injertado a sangre y fuego en los ciudadanos españoles. La Iglesia católica y la COPE le hacen la vida imposible intentando identificar al Partido Popular con sus esperpénticos mensajes contra la libertad social y personal de los españoles.
La derecha no tiene discurso posible para el momento económico, es el capitalismo voraz y la falta de intervención estatal lo que ha provocado la situación en que nos encontramos. En tiempos de bonanza olvidamos que la propiedad privada es un derecho pero hasta el límite en que ha de cumplir una función social, que la naturaleza pone los bienes al servicio de sus criaturas pero para todas las criaturas, no para que unas acumulen despensa y otras mueran de necesidad.
Poco hay que decir ahora que la crisis es mundial, pero mucho hay que hacer. Las grúas de la construcción que tantas plusvalías han generado se han quedado paralizadas sine die La empresa agazapada calcula las pérdidas y se apresta al semicierre patronal dispuesta hibernar, per se existe para ganar dinero, es su díos, los beneficios de os buenos tiempos están a buen recaudo, hay que esperar el renacer económico sin cargas.
El frío del invierno, de la crisis, de las malas noticias acumuladas nos congela el alma. Necesitamos soñar para avivar el calor de la imaginación, necesitamos que alguien nos cuente un cuento esperanzador sobre el futuro. Obama sabe contar los cuentos que quieren oír sus conciudadanos. Hoy la circunstancia mundial brinda la oportunidad para que nazcan nuevos ideólogos sociales capaces de marcar objetivos diferentes enunciados con un nuevo lenguaje alejado de los manidos topicazos que sirven para ganar elecciones pero no para remediar situaciones. «Diario Palentino, 10 de enero de 2009»