Hace tiempo que la oferta no responde a lo queremos los consumidores, sino que la demanda nace de la creación artificiosa de necesidades inducidas por una publicidad dirigida a fomentar el deseo. Hacernos creer que necesitamos.
Ya lo han explicado los expertos en mercado por activa y por pasiva. Si los modistos ponen de moda en las pasarelas a las anoréxicas, todo el ejercito de seguidoras implacables de las tendencias se quedarán en los huesos. Si ahora las clínicas de cirujía estética publicitan, hasta que cuaja, el mensaje de que se llevan la tetas grandes, las jovenzuelas y no tan jóvenes que siempre quieren estar a la última, acudirán a que las hagan implantes para no quedarse desfasadas.
Tal es el recorrido de esta forma de abdución, que hace pocos días la discoteca Pachá-Valencia anunció para le 5 de diciembre el sorteo de un bono de 4.500 euros para que el suertudo o suertuda lo aplicara a una intervención de cirugía estética. Luego lo tuvo que retirar ante el escándalo de las sociedad y las críticas de toda procedencia.
Precisamente en estas fechas navideñas de consumo dislocado, las empresas saben del efecto de la publicidad en las compras compulsivas y se vuelcan hasta la agresividad en llamadas machaconas que hacen desear productos presuntamente mágicos, pero que una vez adquiridos para nada cumplen las espectativas de belleza o atracción irresistible que se prometen en el anuncio y que se esperan pagado su importante coste, dado que la publicidad también se paga en el precio.