Crisis económica, crisis social

“Dice el capital: las ganancias son para mí, las pérdidas a repartir”

Con la panza llena se piensa peor, de ahí aquello de “es más listo que el hambre”. Las crisis económicas graves suelen traer tras de sí, en su onda expansiva, el replanteamiento de las formulaciones ideológicas y sociales donde se acaban buscando las causas de la hecatombe.

Un miedo incierto a padecer males materiales aún más inciertos, nos ha calado debajo de la piel. Cada día oímos a nuestro alrededor que alguien se queda sin trabajo, que no cobra lo adelantado, que no hay liquidez para responder a las deudas del banco, que cierra una factoría dejando en la calle a decenas, incluso cientos de familias.

En los tiempos de bonanza, el famoso amo y profeta de las finanzas mundiales, Alan Greenspan, patrocinó la desregulación más absoluta de los mercados económicos mundiales, el libre mercado debía regularse automáticamente y el Estado mirando de brazos cruzados. Bajó los tipos de interés convirtiendo el dinero en un producto barato, de modo que con préstamos hipotecarios a bajo precio se podía invertir en adquirir bienes inmobiliarios, cuyo valor se iba inflando a golpe de beneficios empresariales cada día mas sustanciosos, en vez de destinar el ahorro de los inversores para participar actividades productivas. Todo se vende, comentaban henchidos de orgullo los promotores inmobiliarios.

El capitalismo voraz circulaba por sus fueros sin apenas controles. En la abundancia y en la bonanza nadie pone pegas, el futuro parece estar garantizado, nadie piensa en la enfermedad cuando está sano. Los altos directivos de las empresas financieras se ponían contratos blindados de millones de euros que les garantizaban una jubilación de lujo y preferente aunque las cosas le fueran mal a la empresa. Y todos a callar.

Los profetas de lo material olvidaron o desconocieron la historia económica mundial, no hay cresta sin vaguada y viceversa. Las crisis son cíclicas desde que el mundo es mundo. Y cuando no existía un mercado financiero sofisticado como el actual, se producían crisis de malas cosechas, plagas, pestes, guerras o reconversiones industriales que trastocaban el sistema organizativo de la época, haciendo mella, como siempre, en los caladeros más débiles y endeudados de la sociedad. Los altibajos económicos no son ninguna novedad, existieron y existirán. La tierra es un planeta vivo y en movimiento, sus habitantes también, para bien y para mal.

Pero ahora que bajamos de la cresta de la era saludable, tememos perder nuestro bienestar, nuestros ahorros o inversiones, o perder el trabajo y el sustento familiar. En el mundo de los holgados clamamos buscando culpables bajo la capa del cielo, y culpamos al capitalismo del libre albedrío por no haber sabido administrar la despensa mundial. Ahora pedimos que el Estado intervenga, ahora socializamos las deudas. Dice el capital: las ganancias son para mí, las pérdidas a repartir”

Se fue el mago Greenspan de la Reserva Federal estadounidense cuando comenzó a ver los truenos de la tormenta que provocó y nunca profetizó. Se fue Rodrigo Rato del Fondo Monetario Internacional, huyendo de lo que se avecinaba para dejar a salvo su nombre, su ego, y sobre todo ganar dinero a manta en su nueva actividad. En finanzas nunca el capitán se hunde con su barco, suele ser el primero que salta por la borda y se apropia del bote de salvación alejándose del siniestro por si acaso tiene que compartir culpas o pérdidas.

Y es ahora cuando se replantea en sistema. ¿Debe o no el Estado intervenir en la regulación de los mercados y exigir garantías suficientes del dinero circulante? De acuerdo con el liberalismo el Estado debe abstenerse de entrar en asuntos que define como de mercado. Pero cuando truena, los liberalistas económicos esconden la cabeza debajo del ala y mandan mensajeros dolientes y quejumbrosos enarbolando banderas de paro, desastre económico y necesidad para pedir que con el dinero público se salven las finanzas, y los impuestos de todos se destinarán, en vez de a mejoras en servicios y prestaciones sociales, a salvar de la bancarrota el país hundido por la avaricia de quienes nada producen y solo especulan, manipulando el valor real de las cosas.

En días pasados, los gobiernos francés, belga y holandés inyectaron un montón de millones de euros a la banca Dexia para evitar que su ruina arrastrara las economías de estos países, pero la condición cumplida fue que su presidente renunciara al contrato blindado que tenía suscrito por casi cuatro millones de euros para él solito en caso de quedarse sin el empleo.

Aprobado por fin el plan de rescate para evitar el colapso financiero en USA, ahora se pide la creación de la agencia que controle el plan, ahora se pide intervención central. Ironías de la vida.

«Diario Palentino, 4 de octubre de 2008»

Un comentario en «Crisis económica, crisis social»

  1. Bastante buen puesto . Me topé con elisadocio.com y quería decir que realmente he disfrutado de la navegación de su blog . Después de todo voy a estar suscribirse a su feed RSS y espero que escribir de nuevo pronto! respecto

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.