El PP se rompe

“Internamente el meollo de la cuestión se centra en dilucidar si se trata de una lucha de personalismos o de ideologías”

            Quién le ha visto y quién le ve. Aquél machacante lema de “España se rompe” se ha vuelto como un boomerang contra quienes lo esgrimían como una espada.

            Qué hay un enorme incendio interno, nadie ya lo discute. El humo y el fuego asoman por todos los huecos y respiraderos. Respuestas, declaraciones, encuentros y citas, rictus variados. Cada personaje que se va atiza un poco más la hoguera, Zaplana, Acebes, San Gil, atizan y crean corrientes al salir para animar la flama.

 Tanta acritud y negatividad en el ejercicio de la oposición durante la legislatura anterior tenía que conllevar a ese desgaste interior, a tener que buscar las culpas de los descalabros electorales, de la merma del prestigio ante la opinión de los pacíficos demócratas, al rubor de confesarse conservador.

 Rajoy se dejó llevar por la histeria aznariana y ahora le tira piedras hasta la propia Botella. Internamente el meollo de la cuestión se centra en dilucidar si se trata de una lucha de personalismos o de ideologías. El tema no es vano, pues si se trata de lo primero la solución acabará apareciendo muy pronto, el congreso alzará un nombre y quedarán en el archivo latente los demás. Pero si se tratara de la ideas, de la filosofía y el modelo de organización de la sociedad que quiere para España el Partido Popular, con los nacionalismos por el medio, la cosa se pone muy fea.  

Animados por el entorno europeo en el que la tendencia a la derecha es más clara y patente cada día, los conservadores españoles no entienden que puede pasar en éste país. Han llegado a la conclusión de que la causa de la contracorriente que por tan malos cauces les lleva está en las personas y no en los argumentos. De hecho las adhesiones se posicionan según este criterio.

Eso al menos es lo que parece querer decir Aguirre y San Gil. Rajoy quiere salvar los trastos y tira de la imagen, solo imagen, moderada de Gallardón, quien olvidado de su desaire entra de nuevo al trapo por si algo cae. Tal vez Rajoy quiere hacer ver alguna luz jugando a que recupera las riendas de su propia persona, a que puede hacerlo de otro modo sin la presión belicosa que le propiciaba ese entorno virulento impuesto por su antecesor, no se da cuenta que la máquina de la historia pasa inexorablemente y no da segundas opciones. La credibilidad perdida queda en mucho peor lugar que la no ganada.

Después del persistente ataque a los nacionalismos desde la cúpula nacional, se sacude las pulgas y culpa de los malos resultados en los territorios nacionalistas a los miembros de su propio partido. Las desconfianzas e infidelidades se suceden proporcionando a los españoles, y proyectando al exterior, un lamentable espectáculo de hoy te quiero mañana no, pues ahora no te ajunto, y después te traiciono, pero si me haces falta te llamo.

Adeptos y simpatizantes son los más fervientes seguidores del desaguisado, se dividen, toman partido, hoy a favor de uno y mañana de otros, analizan, cambian de opinión, se retractan de continuo y minimizan. Están confundidos.

El descrédito del mundo político que acostumbra evidenciar el Partido Popular ahora en nuevo formato, el de las guerras intestinas. Para que los enfervorizados demócratas se desencanten pensando que los políticos cuando no se pelean contra el adversario, contienden violentamente entre sí.  Sin recato alguno están utilizando el partido como un felpudo, para sacarse las cascarrias resecas y concentradas que llevan pegadas a la ropa desde hace años. Tocan a revuelta y los revoltosos salen desde todos los rincones como los caracoles en este tiempo.

En el bullicio de los desencuentros nadie se atreve a pronosticar que pueda aparecer por fin en el horizonte de la democracia española, una derecha moderna, moderada, con un discurso asequible y un tono dialogante, capaz de transigir, de comprender la realidad de las sociedad española actual, de hacer camino en vez de destruir al otro o al propio, de entender y aceptar la libertad en la diversidad.

Tronará y tronará, caerán rayos, relámpagos y chuzos de punta, pero el raca-raca será difícil de extirpar, habría que operar muchas cabezas, y si no son capaces de controlar su paz interna mal pueden dar a los españoles de lo que no tienen. «Diario Palentino, 17 de mayo de 2008» www.elisadocio.com 

 

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