“Es imprescindible recuperar, reconstruir, rehabilitar la imagen de los partidos políticos como instrumentos de nuestra democracia”
Para completar la madura democracia que a base de tesón y algún que otro contratiempo hemos conseguido edificar en España, falta preparar y aprobar una importante asignatura pendiente, a saber: la democratización interna de los partidos políticos.
De nuevo tenemos que hacer mención del tan sonado aserto que asegura categóricamente que los privilegios son invisibles. La sigilosa actividad que se vive en el interior de los partidos no tiene punto en común ni comparación posible con el juego democrático. Las estrategias que es preciso poner en práctica frente al oponente externo se llevan también a la relación personal y societaria. Se pueden ver buenas caras, incluso celebraciones o comidas en aparente fraternidad, besos, abrazos, muestreo de dientes en sonrisas de oreja a oreja y confianzudos comentarios, mientras por debajo del mantel se están afilando los cuchillos por si en un momento determinado hay que soltar un machetazo entre las cejas de cualquier socio con aspiraciones poco convenientes.
Esa es la cruda realidad del ambiente en el ámbito preparatorio de los escenarios políticos que se nos ofrecen para elegir gobiernos en menús confeccionados y cerrados cada cuatro años. Es lo que suena en los últimos tiempos, es lo que se dice y las quejas que se dejan oír tímidamente entre los épsilon que aspiran a ser alfa, se rumorea casi siempre en forma anónima por supuesto, poniendo la protesta en boca de otro, no sea que el opinante se pierda alguna futurible prebenda por practicar la libertad de expresión diciendo lo que piensa. Ese capítulo de libertades junto con otras muchas, no se contempla más que a título teórico en la letra pequeña y olvidada de unos genéricos, polvorientos e interpretables estatutos.
Los partidos políticos de nuestro actual sistema democrático han renunciado al enriquecedor debate interno. Al que levante el dedo se lo cortan sin más miramientos y ante los ojos impasibles de testigos que están pensando lo mismo pero no lo dicen, por aquello de cuando las barbas de tu vecino veas pelar…
Solo unos pocos iluminados, tocados de la divina gracia de interpretar infaliblemente momentos y circunstancias, pueden decidir en cada momento lo que es o no ortodoxo y conforme con el ideario presuntamente consensuado. ¡Vamos que los partidos se organizan igual que las iglesias! Un fundador originario cuyo retrato encabeza los locales de culto, una declaración programática degradada por el paso de los diferentes interpretes según las necesidades del momento, unos iluminados indiscutibles que no admiten réplica ni debate, unas extrañas comunidades de hecho u órdenes secretas que trabajan sigilosamente como grupos de presión y control para mantener a los iluminados o cargárselos, y una inmensa pira esperando al rutilante infiel que tras un juicio sumarísimo será cargado con algún sambenito improvisado, como castigo a su disidencia por tener pensamientos libres y pecaminosas opiniones divergentes del dogma de fe que establecen los iluminados, o simplemente por incauto, por haber denunciado confusas maniobras en la oscuridad de la trastienda del aparato.
Es muy necesario, imprescindible podríamos decir, recuperar, reconstruir, rehabilitar, la imagen de los partidos como instrumento de nuestra democracia. Con su mala fama no se consigue más que desprestigiar la vida política con sus gestores al frente. En las conversaciones a pie de calle la imagen de los políticos está altamente deteriorada, en vez de presuponer que son servidores públicos que trabajan duramente para conseguir mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, la primera reacción es negativa. Interesados, aprovechados, prepotentes, estirados, es la consideración más extendida, no se valora en absoluto su trabajo, se consideran en nuestra sociedad un mal necesario, alguno incluso innecesario.
La sociedad lleva tiempo queriendo abrir éste debate, sobre todo las bases de estas formaciones que llevan la parte más dura y menos gratificada del trabajo común, pero quienes ostentan en su mano la posibilidad de hacerlo no muestran ningún interés, no les parece que funcione tan mal, no para ellos. Lo malo es que quién no quiere escuchar en sosegada conversación lo tendrá que oír en alta voz. El sistema democrático es sin duda el mejor que haya conocido la historia de la humanidad, los partidos políticos son su instrumento esencial e imprescindible, debiéramos cuidarlos y mimarlos. La honestidad y la ética interna en el “aparato” debiera ser la primera consigna que encabezara toda declaración programática y su realización efectiva el primer esfuerzo. «Diario Palentino, 4 de mayo de 2008» www.elisadocio.blog.com y http://elisadocio.wordpress.com
Tenía deséos de leerle a usted así de clara y de contundente. Sí, la regenaración de la vida política es necesaria, aunque quizá lo sea más la de sus actores.
Saludos.