Cultura de suplemento dominical

“Te lo venden por correo, te lo regalan en promociones, hasta la prensa distribuye las ofertas en primera plana”

Quién no lea el suplemento dominical de los periódicos de gran tirada nacional está perdido. Turismo, gastronomía, moda, belleza, todo lo que debe saber un ciudadano del mundo del bienestar para estar al día y no meter las patas en una reunión social.

El sibaritismo que nos impregna, más bien nos invade casi a nuestro pesar, enajena nuestro estar en sociedad hasta tal punto que no entender de añadas de vinos o de las especias al uso en la nouvelle couisine nos hace callar, agachar la cabeza y sonreír para que nadie se percate de nuestra ¿ignorancia primordial?

Hoy día parece más disculpable no saber quien era Marco Polo que desconocer qué son y cómo se usan las especias que ya él conseguía en sus viajes a las Indias con las caravanas de camellos. Las exquisiteces siempre fueron símbolo de distinción y poderío económico. A lo largo del tiempo la historia se repite una y otra vez, mientras muchos seres humanos solo piensan en poder obtener un bocado que se lleve a pasear el hambre por un rato, otros, nosotros, los del bien estar nos sentamos a una mesa repleta de alimentos con nombre propio y singular.

El pan ya no se llama simplemente pan, tiene multitud de apellidos que lo distinguen, baguette, guerniquesa, poia, mollete, rosca, panchón, hogaza, sin glúten, ecológico, con sésamo o anises, integral, etc. Lo que antes eran variedades regionales solo conocidas en su zona de consumo ahora se presenta como el colmo del cosmopolitismo, hasta trescientas quince variedades, dicen, que se fabrican en España.

El culebrón de los aceites va ganado terreno. El aceite de oliva es desde siempre un producto caro y preciado porque caros son sus costes de producción, ya los fenicios hcicieron de su comercio un negocio importante. En paralelo al resto del desarrollo de las culturas alimentarias, crece también la enciclopedia del aceite. Te lo venden por correo, te lo regalan en promociones, hasta la prensa distribuye las ofertas en primera plana, desde el lujo de la primera presión en frío hasta el subproducto del orujo.

De los vinos no vamos a hablar, basta con ver como crecen de la noche a la mañana los ampulosos edificios destinados a bodegas, de modo que junto al propio negocio florece el nuevo concepto de la arquitectura del vino. Bodegas con firma en el diseño del continente y denominación de origen en el líquido elemento, y euros, muchos euros destilando alrededor.

Otras florituras que impresionan. Nos ofrecen Sal Maldon, en escamitas blancas, carísima y escasa; vinagre de Módena, reducción de Pedro Ximénez, salsa de guacamole, y un sin fin de acompañamientos que requieren una formación específica en el saber culinario.

Hace unas fechas El País promocionaba unos libretos de recetas elaboradas por los grandes de la cocina, por cierto las mujeres toda la vida chamuscándonos los hocicos en el fogón, oliendo a ajo y a laurel y cuando llega la hora de los triunfos, los laureados son solo hombres. Como iba diciendo, abro el libro famoso y me encuentro con una receta de unos doce ingredientes, de los que al menos seis desconozco. Supongo que para cocinar tan exquisito manjar debo primero salir a la caza del material que no se ni la forma que tiene, si se trata de especia, fruta tropical, verdura oriental o artesanía cósmica. Luego pienso si mi estómago será capaz de producir tantos y tan variados fluidos químicos para digerir adecuadamente la obra de arte, no por la cantidad, minúscula y decorativa, por supuesto, sino por la impresionante mezcla de química y sabores. Para mi gusto la cocina de laboratorio tan snob y pituca, es bonita, artística, elaborada, cara, para hacerla una foto y como tema de conversación, pero lo que se dice para le digestivo es una bomba y para la salud un atentado.

Hoy los nuevos ricos que acumulan inconmensurables cantidades de euros, no saben cuantos tienen ni por aproximación, se gastan pocos en cultura de la humanidad pero dominan los temas taurinos, la caza, el golf y por supuesto las exquisiteces culinarias que tanto juego dan para el vacile. Ir a comer a uno de los restaurantes muy caros y famosos para luego contar como era la comida y la factura es visita obligada, en cualquier viaje.

Afuera de las fronteras del lujoso mundo occidental, una crisis de hambruna se cierne a causa de la manipulación en el mercado de un alimento tan común, sencillo y elemental como el arroz. «CARRIÓN, 1ª quincena de mayo»

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