Infiernos de ida y vuelta

«Hacer temer al saciado es más difícil que infundir miedo al necesitado, la prosperidad vacuna contra temores infundados e inútiles


Como ya sale el sol y parece que vamos saliendo del invierno vamos a dar una larga cambiada a tanta noticia entre confusa, curiosa o estrambótica como nos está entrando por los oídos estos días de mucha sequía hidrológica e inundación informativa.

El eco de los obispos resuena aún en lontananza cuando salen de nuevo a decirse y desdecirse para volver sobre lo mismo pero con otras palabras, de modo que agotado el tema de su incursión política no incidiremos más.

Pero es de destacar ese fenómeno de los últimos años que podríamos denominar infiernos de ida y vuelta. Los dogmas de fe tienen cada día menos de dogma y necesitan cada vez más contenido de fe. Fe ciega y de buenas tragaderas que no repare en las pequeñas contradicciones y variaciones tamaño mastodonte en que incurren en sus interpretaciones iluminadas los sucesivos padres de la Iglesia.

El infierno siempre fue la mejor arma biológico-emocional utilizada por las autoridades eclesiásticas para mantener firmes y subyugados a los ignorantes. El Tribunal del Santo Oficio que ejerció el susodicho trabajo durante casi cinco siglos en esta «nuestra España de cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y alma inquieta» y que además exportó a las américas, para doblegar la tozudez de sus pacíficos habitantes que se empeñaban en ser fieles a sus creencias y tradiciones, aquella Inquisición guardiana de la fe, ya hizo muchas demostraciones reales, que no virtuales, de lo que puede ser lo peor de lo peor de todos los infiernos. Meritorio trabajo desde luego, pues no consiguió hacer creer en el averno, pero sí infundir tal temor que el miedo se elevó a la categoría de virtud cristiana (Dic. María Moliner: «Temor de Dios: ­Virtud cristiana que consiste en dejarse una persona influir en su conducta por el temor de ofender a Dios y la creencia en el castigo divino»).

Con el avance del estado del medioestar que denomina Llamazares al mundo en que vivimos, hacer temer al saciado es más difícil que infundir miedo al necesitado, la prosperidad vacuna contra temores infundados e inútiles, de modo que ya el Concilio Vaticano II dejó un poco aparcado eso del infierno, se mentaba pero no con tanta insistencia. El Papa Wojtyla hablaba del infierno en versión más suavizada aún, como de una privación de la contemplación divina para los incumplidores de la doctrina, y se cargó el limbo por inútil, al no quedar claro a que infantes se debiera mandar por aquello de delimitar la responsabilidad y la culpa en algo de lo que los interesados no tenían facultades para decidir y porque las parroquias se organizaron para bautizar en dos o tres sesiones anuales en vez de estar todo el día liados con los nacimientos. Logros de los convenios laborales, como los demás currantes.

El actual Papa, por cierto procedente del órgano inquisitorial encargado de la vigilancia de la fe existente en el organigrama del Vaticano, vuelve a las andadas que ya abandonaron sus antecesores y dice: «¡El infierno existe!» (¡Oh.oh.oh…!), a continuación apostilla: «¡Y es eterno!» (¡Oh,oh,oh…!). Eso ya ocurrió hace unos meses. Por si acaso no se ha oído bien y para salir al paso de tanta revuelta interna como se le plantea entre la Iglesia de a pie y la que él representa de las púrpuras y los brocados, insiste: «¡Y está lleno!», -¡Es una suerte!-, dirán algunos – porque así ya no cabemos-.

Debe estar lleno de homosexuales, divorciados, abortistas, feministas, inmigrantes laborales (no los de turismo de golondrina), defensores de las libertades públicas y privadas, de usuarios de preservativos y otros métodos de regulación de la natalidad, de misioneros propugnadores de la Teoría de la Liberación, de teólogos que afirman que la Sagrada Familia era un familia muy rara, en la que el padre, no era padre, la madre era virgen, y desde luego no era familia numerosa. También monjas que defienden su velo pero exigen mayor voz y promoción y una labor menos servil.

A los jerarcas eclesiásticos, como a los imanes musulmanes, se les están empezando a quemar los garbanzos, por eso cierran filas y se pertrechan bajo el escudo de una férrea fe como dogma indiscutible. «Diario Palentino, 10 de febrero de 2008»

Comentarios:

1 – Pues que quiere que le diga…!
Tiene razon!
Es tan trasnochado el sentimiento de este,por unos querido Papa,que otros tenemos la sensacion de haber vuelto a las catacumbas (de los no creyentes,eh!)
supongo que despues de tantos años de experiencia,la Iglesia y su Jefe deberian mostrar mas sensibilidad no ya social sino humana….pero no puede ser…el infierno existe (en contradiccion conla infabilidad de su antecesor)y alli terminaremos todos! (Comment this)

Escrito por: Anónimo at 2008/02/10 – 20:50:59

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