Un embarazo no es tema político, ni religioso, es sobre todo y por encima de todo una decisión personal e intransferible de la mujer
Las mujeres de éste país no entendemos bien porqué tantas voces de hombres se empeñan de decidir por nosotras lo que tenemos que hacer con nuestros cuerpos y sus capacidades.
Un embarazo no es tema baladí, es una vida que viene reclamando derechos, una identidad y una responsabilidad sobre todo para la madre gestante que es la única que desde el primer momento encuentra un cambio en su cuerpo y sucesivas limitaciones en su vida y única que en último extremo, o en soledad compartida, deberá hacer frente a incomodidades, dolor y sobre todo al ineludible deber de atender a las necesidades del ser que ha gestado. El padre de la criatura puede ser coyuntural, incluso ignorado, o violador, o no acepta la paternidad, a veces por el contrario la reclama judicialmente si le es ventajosa o innumerables situaciones que pueden destrozar la vida de una mujer por atender a criterios y mandatos de otros ajenos e indiferentes a su problema personal que la consideran un ser útil por sus cualidades creadoras de vida.
La vida humana es la experiencia, es el recuerdo, es la forma, es la autonomía, es un ser diferenciado con forma humana. El feto aún sin formar es un proyecto, una pretensión, un conjunto celular sin vida, sin identidad. Hacer un socavón en el suelo no obliga a construir una casa. Quién defienda lo contrario puede llegar a la conclusión de que hay que poner a parir a todas las niñas púberes hasta todas las maduras premenopáusicas para que no se pierda ninguna oportunidad mensual de traer hijos al mundo.
Por el bien de la madre y de la futura criatura, un hijo debe ser una decisión tomada y querida, programada o aceptada plenamente por la mujer-madre por encima de todo y de todos, incluso por encima de la voluntad del padre biológico que si no respeta el derecho de decidir de la madre, la está tratando instrumentalmente como a una incubadora de laboratorio para servirle a él y a sus intereses de realización personal. Afortunadamente para las mujeres occidentales esos tiempos de esclavitud sexual y patriarcal están ya en el álbum de los recuerdos macabros para que se tenga siempre presente y no se olvide lo que está sucediendo aún a millones de mujeres en otros países atrasados mentalmente y casi siempre a causa de una religión dominante que controla los resortes del poder civil y terrenal.
Que levante el dedo quién se alce frente al control de la natalidad. Está defendiendo y contribuyendo a mantener el drama de los niños de la calle en tantos países latinoamericanos, miseria, prostitución infantil, violencia, abandono. Mucho han gastado los gobiernos en campañas de control de la natalidad y mucho daño han hecho las contracampañas religiosas. ¡Cuántas vidas de mujeres madres solteras destrozadas por el desprecio social imbuido desde los púlpitos!
Un embarazo no es tema político, ni religioso, casi me atrevería decir ni social, es sobre todo y por encima de todo una decisión personal e intransferible de la mujer que en un determinado momento se ve inmersa, programada o involuntariamente, en esa situación.
Puede que ésta idea sea el resumen de lo que han pretendido transmitir las Mujeres Progresistas al Presidente del Gobierno de España cuando hace pocos días solicitaron una reunión formal con él para que sus pretensiones, que coinciden con la de la mayoría de mujeres en edad fértil de éste país, sean atendidas y se pueda contar ya por fin con una regulación adaptada la mentalidad social del siglo XXI.
Que hablen las altas jerarquías eclesiásticas del catolicismo español sobre el tema del aborto, del divorcio, de la homosexualidad o de lo que consideran adecuado, está bien como consigna para sus adeptos, seguidores y fieles, que lo que hace falta es que quienes tal se confiesan públicamente respeten los mandatos y den testimonio también público de cumplirlos, y respeten a los demás en su criterio personal.
Pero una vez más las mujeres, que somos el cincuenta por ciento de los habitantes de éste país nos convertimos en éstas fechas en el cincuenta por ciento de los votantes en las elecciones y se nos dedican atenciones especiales por parte de aquellos que nos niegan hasta el agua durante los casi cuatro años restantes entre comicios electorales. ¿Por qué no derogó el PP la Ley del Aborto de 1985 durante los ocho años de su mandato? ¿Por qué protestan con mil argumentos cada nueva ley progresista que mejora la vida de las mujeres? ¿Por qué no la hacen desaparecer cuando pueden? La doble moral de la derecha española sigue siendo la trampa de toda mujer. Quién tenga medios arreglará su vida, la que no los tenga cargará con el mochuelo o se arriesgará en malas condiciones para su salud física y mental. «Diario Palentino, 13 de enero de 2008»
En Holanda con la legislación más abierta de Europa, tan solo seis de cada mil mujeres recurren al aborto. Casi la mitad que en España, diez de cada mil según fuentes del Ministerio de Sanidad, bajo el paraguas de una ley con una antigüedad de 22 años en una sociedad de evolución trepidante.