En política la inmediatez domina la agenda, cada vez es más difícil conseguir que los poderosos dirigentes mundiales se paren a reflexionar sobre tomar medidas a largo plazo. Y es que el mantenimiento del hábitat humano requiere previamente poder llenar todas las bocas hambrientas que solamente saben hablar en un presente de supervivencia.
Queda muy bien debatir en foros y tertulias lo que conviene a nuestra atmósfera, a nuestro planeta, llenarse la boca con el medio ambiente, velar por garantías de futuro a base de sacrificios de presente, es muy cultureta y muy snob, es política y democráticamente correcto, y cómodo desde el sillón. Pero, ¿se puede exigir que piense en filosofar a quienes tienen millones de seres humanos con el estómago vacío y las necesidades sanitarias y educativas sin cubrir, o es que siempre tienen que sacrificarse los mismos? La injusticia en el reparto de la riqueza en el mundo lleva a revisar estas conclusiones.
A raíz de la inundación mediática con este debate, por supuesto se nos abren los casos particulares y cercanos, que aunque minúsculos granos de arena en el desierto, nos dan que pensar por que son nuestros asuntos pequeños, concretos y propios.
El lanzazo de la construcción de unas «Vegas» en Los Monegros ha sembrado una estela de estupefacción. ¿Para que sirven Los Monegros? ¿Qué aportan? Y San Glorio, merece la pena modificarlo o conservarlo.
Volvemos al debate sin encuentro entre los oriundos de zonas deprimidas, muertas y sin esperanza y los sabios teóricos del sillón que todo lo saben y todo conocen a través del saber enciclopédico de Internet. ¿Sirve la naturaleza a la humana raza o sacrificamos ésta por salvar desiertos del planeta? ¿Cuidamos pequeños desiertos o desertizamos el todo?
Una papeleta para quien tiene que tomar decisiones políticas, explicarlas y justificarlas. Aún considerando que ambas soluciones responden a sendas necesidades ¿Cuál pesa más? Hace años que se habla del crecimiento sostenible, o lo que es lo mismo atender a los dos frentes cubriendo necesidades humanas y cuidando el medio en que vivimos. Pero no existe nunca acuerdo en el punto de sostenibilidad. Para los científicos el punto óptimo dista años luz del que consideran las multinacionales y el factor beneficios crematísticos.
¿Para qué son mis bienes?, para remediar mis males. Pero hay que administrarlos bien para que sirvan para atender los males hasta el final. El camino es difícil y tortuoso, el mayor escollo es la circulación anómala del capital que es como un bulldocer arrasando todo a su paso. ¿Los bienes comunes son para remediar males de todos o para que los acumulen unos pocos a su servicio hurtándoselo a los demás? La naturaleza es sabia y generosa, sabe producir para dar de comer a todo sus hijos, somos sus hijos quienes disponemos mal. «Diario Palentino, 16 de diciembre de 2007»