«El ciudadano vota de acuerdo con una idea formada a lo largo del tiempo, con la credibilidad que le ofrezca la persona que represente el programa y los hechos demostrados»
A nadie, que yo conozca, gusta pagar impuestos ni tributos por las prestaciones públicas, parece que entendemos que todo lo público ha de ser gratuito. Costeamos gustosos todo tipo de gastos superfluos, vacaciones en la playa, peinados a la última, celebraciones y comilonas en los restaurantes punteros y moda, moda, mucha moda, pero a la hora de contribuir a las arcas comunes que revierten en los servicios públicos es como si nos sacan una muela a gatillo.
Desde que el mundo es mundo y antes de que se enunciara el principio de que «la materia ni se crea ni se destruye, tan solo se transforma», los recursos son los que son. Ya los padres de la economía moderna demostraron a sus insaciables gobernantes que se puede gastar en mantequilla lo que no se gaste en cañones y viceversa.
Nos encontramos en unas fechas que son las adecuadas para hablar de estos temas. Por un lado los ayuntamientos deben en éste momento aprobar los tributos que deberemos pagar a partir del uno de enero del año próximo, pero también coincide éste año con el comienzo de la precampaña electoral, que aunque a los ciudadanos no preocupe demasiado, los partidos políticos ya están engrasando de nuevo las maquinarias para poner en marcha la campaña que no será suave.
La carrera por ofrecer quién da más aún no ha cogido tono, pero Rajoy que no quiere perder comba ya ha pegado el primer asalto. El Partido Popular ha calculado el número de votos que necesita para conseguir gobernar y ha lazando una ofensiva fiscal para atraer a su seno a esa franja intermedia de contribuyentes-votantes que por el mero hecho de escuchar halagos tributarios del líder del PP, podrían cambiar su voto y rendirse a los píes del liberalismo económico de Rajoy y lo que representa.
No nos engañemos que nadie da duros a la peseta. Lo que no paguen unos lo pagarán otros, y viniendo la propuesta de dónde viene no es fácil que se cargue más a quien más tiene, el camino corto y rápido para ahorrar que siempre pone de manifiesto la derecha es el del recorte en servicios y atenciones sociales. Lo que no paguen algunos no se lo van a cargar a las grandes fortunas que tienen sus ingenieros financieros para pagar lo justo, ni un euro más.
Lo que falte para cuadrar se restará en cobertura sanitaria, en atenciones sociales, en incrementos de pensiones, en ayudas a la discapacidad, en integración de población inmigrante, en apoyo a los jóvenes, en calidad de enseñanza pública, en cultura, en infraestructuras, en fin en todo lo que debe ser gratuito y accesible para todos para conseguir la igualdad de oportunidades y el reparto justo de la riqueza, que solamente se consiguen teniendo claro el concepto de solidaridad social y la voluntad de decidida de llegar a un bienestar vital equilibrado. Recordemos que así lo dejó hecho el PP en sus últimas etapas de gobierno bajo los auspicios del Sr. Aznar.
Ya han sido los ciudadanos quienes han valorado la propuesta de Rajoy como increíble y populista. Hasta los propios afectos al conservadurismo dudan de que Rajoy haya echado las cuentas de sus promesas o de que piense en realidad cumplirlas o disfrazarlas, en su caso y en el supuesto improbable de que ganara las elecciones generales de marzo.
El nivel de madurez democrática y la formación política de los españoles en materia de elecciones hoy está fuera de toda duda. Y salvo electores posicionados firmemente en una ideología, cuya máxima respuesta de repatalón y castigo a los suyos es la abstención, el resto de ciudadanos vota de acuerdo con una idea formada a lo largo del tiempo, convencimiento en el que también incide de forma importante la credibilidad que le ofrezca la persona o personas que representen el programa de las promesas electorales y los hechos demostrados. «CARRIÓN, 1ª quincena Diciembre 2007»