Hombres felices

«La mayoría de los hombres se ven a sí mismos como reflejos suavizados de sus padres, creen que el cambio es justo e inevitable»

El concepto tradicional de feminismo está tocando a su fin. En un primer momento se trató de salir de la invisibilidad pública consiguiendo entre otras cosa el derecho al voto, a decidir en los asuntos públicos. Una segunda generación de feminismo, a impulsos de la igualdad y las revoluciones de inspiración marxista, la emprendió contra los hombres, contra el machismo, contra la dominación por razón de sexo, el momento histórico requería un ataque frontal a una forma de ejercer el poder sobre las mujeres que estaba fuera de toda justificación racional. Esta ha sido, tal vez, la época más rica en filosofía de la igualdad.

En un tercer momento se trata de exigir a los hombres, quieran o no, lo entiendan o no, lo sientan o no, que participen en le mundo de la familia sin distancia de autoridad, en un plano igualitario y de consenso, es el momento legal más importante, cuando las leyes, aplicables y exigibles, escriben sobre el papel el deber ser de la estructura familiar. Es el momento del reconocimiento de los derechos. De último, las mujeres de los mundos culturales desarrollados, económica y profesionalmente independientes, ya ni tan siquiera se molestan en discutir. Si lo quieres bien y si no tú verás.

Pero muchos hombres están desconcertados, porque han vivido en su infancia mundos totalmente masculinizados, dónde el respeto al pater familias se convertía en sumisión y veneración desde el primero hasta el último de los miembros de la unidad familiar: «Callad hijos, que va a hablar vuestro padre». Ahora, aquellos devotos de la figura paterna, se encuentran con mujeres «respondonas» que no se dejan explotar ni gobernar, ni atar a la pata de la cama, y no entienden. Unos disimulan su sentir y se lo guardan bajo correctas opiniones democráticas, otros las matan porque no pueden soportar la libertad de un objeto de su propiedad. Pero en el fondo suelen están desconcertados, necesitan acudir a una escuela de hombres. En clave de humor, JOSEP VICENT MARQUES escribió y publicó » CURSO ELEMENTAL PARA VARONES SENSIBLES Y MACHISTAS RECUPERABLES», hoy en edición agotada.

Porque los más avanzados y convencidos se revuelven contra el desprestigio en que está cayendo su sexo y alzan sus voces contra los maltratadotes y machistas que los colocan a todos en los lugares más despreciables de la consideración social.

José Ángel Lozoya Gómez, uno de los representantes españoles de la corriente llamada nuevas masculinidades, reclama «el derecho de los hombres a la felicidad en el nuevo orden social.» y apostilla: «ninguno de los modelos conocidos son la consecuencia natural de los cromosomas XY o de la presencia del pene, aunque se nos presenten como si lo fuesen para poner a la naturaleza como coartada y ocultar las estrategias de poder que persiguen las asignaciones de género». Y aduce: «Pese a las resistencias, matizadas por la clase social, la edad, la etnia, la orientación del deseo sexual o la ideología, la mayoría de los hombres se ven a sí mismos como reflejos suavizados de sus padres, creen que el cambio es justo e inevitable, se adaptan al mismo por la presión del entorno, se quejan de que vaya tan rápido, y no faltan los que temen que pueda acabar en una inversión de las relaciones de poder», pero aceptan la evolución de la sociedad porque la consideran justa y razonable.

Para cualquier persona es duro renunciar a parcelas de poder, y añadir competidores, en este caso competidoras en todos los campos de la vida, es mucho más fácil dar órdenes y prohibir que sentarse a encontrar un espacio común de acuerdo y concordia. Pero la otra cara de la moneda es la soledad del poder, el compartir genera empatías y satisfacciones irrenunciables.

Ya es el momento de comenzar el diálogo productivo, de hablar juntos, no unas de otros y otros en contra. Los nuevos caminos consistirán en foros e instrumentos de diálogo conjunto, en encuentros en la igualdad. A fin de cuentas las tortillas congeladas también están muy buenas. «Diario Palentino, 18 de noviembre de 2007»

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