Una Escuela Para Alcaldes

«Determinar los pasos a seguir para lograr mejorar la vida de sus paisanos durante los cuatro años que le han otorgado»

En principio parece una bonita idea. El enunciado evoca con el término tradicional de «escuela» la necesidad de una mínima y elemental formación reclamada y requerida a gritos por muchos alcaldes y concejales de nuestros pequeños pueblos regionales, más pequeños y solitarios cuanto más al norte y montañosos.

Parece un buen proyecto éste que propone y pelea el alcalde Brañosera, Jesús Mediavilla. Al fin las necesidades, cuando ya son acuciantes, acaban llegando a los oídos de quienes pueden poner algo de su parte para remediarlas. Los partidos políticos captan candidatos para presentar sus listas electorales, pero luego hace falta formarles, informarles y atenderles desde sus inicios más expectantes hasta en la problemática que cada día puede surgir en la cosa pública.

La FEMP, a la que se dirige con su solicitud de apoyo éste, como tantos otros, esmerado alcalde de pueblo, deberá escuchar y atender, como es su obligación a los grandes y a los pequeños. Tiempos hubo en que ésta tan mentada Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) estuvo enajenada, gobernada y al servicio incondicional de las grandes urbes, llegó incluso a denominarse a los alcaldes que la representaban el G-8, en alusión al grupo cerrado de decisiones que tomaban los de las más grandes ciudades españolas en propio beneficio y por tanto en perjuicio para los pequeños, que eran prácticamente invisibles en las actividades de la Federación. Sirva como ejemplo que Madrid, Barcelona, Valencia,… debían cantidades ingentes de dinero a la Mutualidad Nacional de Previsión de Administración Local por sus funcionarios mientras que ésta tenía que atenderles a todos con los dolorosos ingresos rigurosamente aportados por los menos grandes pero más serios y cumplidores.

Afortunadamente esto ha cambiado, ahora la FEMP representa a todos y se ocupa de los problemas de todos en muchos aspectos, entre ellos en formación de los cargos y empleados públicos locales. Este tirón ha sido importante para que proyectos como el que presenta el Alcalde del primer Ayuntamiento de España puedan salir adelante. La trascendencia de la propuesta la hace merecedora de todo apoyo y promoción.

Cuando un ciudadano de a pie llega como cargo electo a ingresar en una corporación municipal de nuestros pueblos, recibe un flash de primer orden. Lo fácil es encontrar la puerta de la Casa Consistorial. Lo difícil es comenzar a comprender la burocracia municipal, la tarea a desempeñar, cómo hacerlo, los medios con qué cuenta, dónde encontrar las respuestas, las competencias, a quien pedir, a quien y cómo dar. Normalmente la administración pública parece formulada como un laberinto, para que quien caiga en sus garras se pierda, se desencante y abandone, o llore.

Para el neófito, el guión de papeleo y trámites se traduce en ansiedad por intentar comprender lo que los funcionarios de turno de todas las administraciones parecen presentarle como un juego de niños. Una letanía interminable y abrumadora de pasos y recopilación de documentos, proyectos, informes, acuerdos, resoluciones, notificaciones, plazos, exposiciones, etc…. para componer un expediente de legalización de una explotación de ganado que lleva generaciones instalada y funcionando.

El nuevo alcalde llega el primer día desde su casa y, si tiene la suerte de tener Secretario en el Ayuntamiento, va enterándose de cómo se toma posesión, como se organiza una corporación, la frecuencia de las sesiones, las comisiones que conviene formar, los gastos fijos que existen, el dinero para inversiones de que dispone, dónde se buscan las subvenciones, etc.

Pero sobre todo lo que necesita, además de esos aspectos técnicos y jurídicos, es como orientar la política que quiere conseguir durante su mandato. Determinar los pasos a seguir para lograr mejorar la vida de sus paisanos durante los cuatro años que le han otorgado. Ahí es dónde más se nota la soledad. ¿Qué hacen otros?, ¿Cómo dar respuesta a las propias cuestiones de su pueblo? ¿Cómo repartir los comunales para evitar las guerras intestinas? ¿Cómo explotar eficientemente un coto de caza? ¿Cómo tratar los desmadres urbanísticos sin enfrentamientos personales? En fin, todo un listado de escabrosas o difíciles situaciones que superan el marco jurídico y a las que hay que aplicar recursos y soluciones basados en la experiencia de gestión, en las prácticas ya experimentadas por otros, en el apoyo y la orientación constantes para el ejercicio de su función.

Eso necesitan nuestros alcaldes. Seguro que esa escuela específica no les vendría mal. Se podría incluso configurar como punto de encuentro periódico de responsables de pueblos de características similares. «Periódico CARRIÓN, 2ª quincena de noviembre de 2007«

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