«Hace muchos años que las autoridades del ramo, sanitarias y educativas, deberían haber previsto lo que hoy está pasando»
La explicación pública dada por los representantes de la Consejería de Sanidad sobre la merma en la calidad de los servicios sanitarios de la comunidad no deja de ser desconcertante, por no añadir algún descalificativo más fuerte como merece el caso.
Los médicos de atención primaria, señores y señoras médicos que llegaron a serlo después de muchos años de trabajo duro y sacrificio personal para conseguir su cualificación, se quejan con toda la razón de las precarias condiciones en que tienen que ejercer las importantes responsabilidades que supone su trabajo.
En la práctica, apenas siete minutos por paciente, es el tiempo de que disponen para atender lo que se supone es una enfermedad o malestar que ha llevado al ciudadano a requerir el servicio. En ese tiempo, nuestro galeno, solo tiene que buscar, y leer al menos, cada historia clínica en el ordenador, escuchar las explicaciones sobre el mal que aqueja al paciente, palpar, auscultar, mirar el fondo de ojo o comprobar los reflejos, explicar el diagnóstico, el tratamiento y escribir las recetas de medicamentos, para pasar a continuación a pulsar el timbre y llamar al siguiente que ya estará protestando por la tardanza y el retraso desde la teórica citación. Pregunta: ¿De cuanto tiempo dispone para analizar los síntomas, reflexionar sobre las posibles soluciones y decidir lo que procede, bajo el temor a equivocarse y ser denunciado por impericia?
Cuando los usuarios del servicio público de salud estábamos convencidos de que no se ampliaba la plantilla por falta de organización o de recursos materiales disponibles, resulta que lo que no hay son médicos para contratar, y menos si de especialistas se trata. ¡Eureka!, ¡Descubrimiento!, no hay médicos en el paro, no hay médicos disponibles, faltan médicos. ¡Los estamos «importando» de Polonia!
Quien más quien menos, sabemos de alguien, tenemos parientes, conocemos personas, chavales y chavalas con ganas de estudiar que no han podido hacer medicina porque exigen una nota de entrada muy alta en las facultades médicas. Curiosa circunstancia. Creíamos que el obstáculo respondía a una oferta excedentaria, que había muchos titulados sin trabajo y por tanto tenían que empezar pocos la carrera. Pero resultó que como sé que te gusta el arroz con leche por debajo de la puerta te meto un ladrillo. Es decir, no contentos con la ruinosa planificación de las necesidades a medio plazo que nos llevado a dónde estamos, pues continuamos con la misma dinámica de entorpecimiento de la formación de más profesionales médicos.
Hace muchos años que las autoridades del ramo, sanitarias y educativas, deberían haber previsto lo que hoy está pasando, más que nada porque no es un terremoto o una inundación o un caso fortuito, es un evolución sociológica del todo previsible, que nos vamos haciendo mayores, que no hay relevo generacional en nuestra tierra, que cada vez y a medida que envejecemos vamos cumpliendo años y necesitando más atenciones y cuidados médicos. ¡Vamos!, que por mucho que nos cuenten que hay trabajo en la comunidad, que no hay cifras de paro llamativas y que vivimos muy bien, lo cierto es que estamos contratando médicos extranjeros mientras a los jóvenes nuestros, a los hijos de ésta tierra que quieren formarse en la medicina, se les está dando con la puerta en las narices y se les manda a hacer Derecho que es de las pocas salidas que no piden nota de corte.
Los consejeros de Sanidad y consejeros de Educación de los últimos diez años y actuales son quienes deben pedir perdón públicamente, arrepentirse y entonar el mea culpa por su tremenda torpeza en la panificación, a no ser que como representantes que son del Partido Popular y respondiendo a su propia ideología inherente, lo que están propugnando a la chita callando es que nos vayamos todos a la sanidad privada y el que tenga seco que siegue. Después de todo para la derecha conservadora de éste país ni la sanidad ni la educación públicas han sido considerados pilares fundamentales ni objetivos prioritarios de su política social. «Diario Palentino, 30 de septiembre de 2007)