UN RECORD DE MORBOSIDAD

«La presunción de inocencia es uno de los derechos fundamentales básicos e inalienables de los seres humanos, cualquier duda que lo ponga en juego debe tratarse con todo sigilo y rigurosidad»

            Durante todo el verano y más aún en las últimas semanas, el caso Madeleine Mcann ha ocupado los titulares junto a los grandes temas políticos y deportivos de cada jornada.

            Un espectáculo iniciado por los propios padres de la menor desaparecida con el reparto de miles de fotografías a escala intercontinental, seguido del reclamo de implicación policial a varios gobiernos europeos para dar con el paradero de su hija. El morbo, esa emoción de placer primario que surge involuntariamente cuando lo que requiere el caso es empatía y solidaridad con el que sufre pasando el mal trago, pero nuestra retorcedura humana nos reconduce a disfrutar con el suspense y lo macabro administrado en pequeñas dosis.

            De víctimas a verdugos, de ser los mejores padres a presuntos parricidas, el montaje mediático-policial se está convirtiendo en algo verdaderamente repulsivo que nos lleva a reflexionar sobre el peligro que entraña la desaparición del individuo bajo el legajo de papeles de una investigación policial derramando sin pudor sesgadas informaciones y sospechas como el agua en una cesta.

            La presunción de inocencia es uno de los derechos fundamentales básicos e inalienables de los seres humanos, cualquier duda que lo ponga en juego debe tratarse con todo sigilo y rigurosidad. Anatemizar a unos padres, profesionales de la medicina, aparentemente cultos, sin antecedente alguno por malos tratos, basando acusaciones y sospecha en publicaciones recortadas de un diario de la madre que se dice agotada en su pelea cotidiana con tres pequeñas criaturitas a su cargo, solo lo pueden hacer mentes obtusas que nunca han tenido que ocuparse de pequeños de esa edad, porque todas las madres que nos preciemos de serlo, nos identificamos con esos momentos de agotamiento en que las exigencias de la familia desborda nuestra energía y nuestras fuerzas. Que datos de un diario íntimo de un sumario lleguen descaradamente a las páginas de los diarios requeriría cuando menos una exigencia de responsabilidad por parte de quien lo filtra y de quien lo plasma y difunde.

            No hay cuerpo, no hay pruebas, no hay arma homicida, pero los Mcann con su agresiva publicidad y resonante eco en su empeño por encontrar a su hija, han puesto en un brete a una policía que no quiere pasar por inoperante e ineficaz a nivel mundial. Después de la negatividad sembrada sobre esa zona lusa de veraneo en la que desparece una niña y no se la vuelve a encontrar, hay que descubrir a los responsables, hay que poner rostro y nombre a los delincuentes, hay que dar resultados y quedar patente que se está investigando.

            El juicio ha pasado a ser patrimonio de la opinión pública. De padres afligidos y conmiserados a despreciables progenitores sospechosos y presuntos. Parece que la investigación policial no ha dado grandes pasos, más bien pocos o ninguno, pero difama que algo queda, y sean culpables o no, los Mcann, sus vidas y las de los dos niños que les quedan, de momento, quedarán ya marcadas con una terrible losa de tétrica leyenda que los perseguirá generación tras generación.

            Desde la puesta en duda pública y sin contrastados resultados sobre la paternidad genética del padre, pasando por la presunta intervención de un tercero con un yate que tirara el cuerpo de la pequeña al mar, hasta una sedación constante, y como a perro sarnoso todas son pulgas, la policía inglesa que también quiere su pequeño papel protagonista en el culebrón, investiga sobre si los padres declarados sospechosos por los lusos tienen capacidad para atender a sus otros hijos o hay que quitárselos también.

            Los Mcann ya pasan de abogados, ya no solo se trata de la ley sino del juicio mediático de la opinión pública que va conformando el juicio previo a la resolución judicial, de modo que contratan gentes relacionadas con el mundo de la prensa para que defiendan su posición. Nadie sabe ni sabemos si al final resultarán culpables o inocentes, de momento un despliegue de fuegos de artificio filtrados a la prensa, con pocas pruebas al parecer y muchas conjeturas, los han convertido en presuntos homicidas mediáticos, están literalmente empapelados. «Diario Palentino, 16 de septiembre de 2007»

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.