EL SILENCIO DEL PP

«A la postre la mentira tiene las piernas cortas, el tiempo y los hechos constatados han dado al traste con los artificiosos montajes»

Después de las últimas notas con las que los ciudadanos han valorado el trabajo que desde la oposición realiza el Partido Popular,  sus portavoces más destacados han caído en un silencio atronador que hace eco por sí mismo. Rajoy ha conseguido todas las marcas, es el líder menos valorado, los ciudadanos le suspenden con la nota más baja de toda su trayectoria política.

No está en mi intención meter bulla en estas fechas veraniegas y vacacionales porque, como decía mi abuela, quien despierta a un dormido tiene paz y quiere ruido, pero es que no se puede dejar pasar de largo lo que merece una llamada de atención, aunque sea somera.

La decisión de Zapatero para que la Unión del Pueblo Navarro, es decir la derecha local Navarra, acceda al gobierno de esa comunidad parece haber acallado las airadas voces de los «populares». Zapatero les ha dado una lección de democracia y de respeto por el candidato natural que siempre debiera ser el preferido en democracia. Rajoy desaparece de escena, retirado tal vez a meditar debajo de la escalera, como San Alejo, en soledad y silencio.

Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina y las esperanzas de mejorar los resultados para su partido se alejan cada día más del horizonte «popular». Los mastines, Acebes y Zaplana, quemaron las naves el primer día, caen mal hasta a los suyos y su reputación es dudosa, carecen de credibilidad tanto personalmente como desde el análisis de los argumentos que acostumbran emplear. Hace pocos días Zaplana salía poniendo en tela de juicio los resultados de las encuestas del CIS, curiosamente es el mismo órgano público que hacía las encuestas cuando ellos gobernaban, y cuando gobierna cualquiera, de modo que o bien en su desconfianza reconocen que lo manipulaban o si es un ente aséptico e independiente lo será siempre y en todos los casos.

La formación conservadora nunca ha tenido tan difícil hacer una estimación previa de lo que pueden ser los resultados próximos electorales. Y es que en los últimos años las estrategias del PP suelen estar contaminadas con artimañas espurias que juegan, sin rubor, con la fe ciega en la desmemoria de los ciudadanos, con la creencia del impacto mediático de algunas voces que de independientes tienen poco y de virtuosas nada. Solamente dos ejes han guiado su política de oposición: la descalificación indiscriminada y la tergiversación por sistema, nada positivo al fin. Si en alguna cosa tal vez hubieran tenido razón, el eco se minó con su generalizada actitud destructiva ante todo y todos.

A la postre la mentira tiene las piernas cortas, el tiempo y los hechos constatados han dado al traste con los artificiosos montajes y han desmontado sus falaces argumentos. Resultó que el 11-M fue fruto del terrorismo islámico, que la guerra de Irak sigue en escalada de mal en peor, que la ETA sigue sin cometer atentados (toquemos madera) y así un largo etcétera de negros presagios incumplidos. Cómo políticos, suspenso, como profetas, una ruina.

Los argumentos de los montajes han ido cayendo como un castillo de naipes cuando peor les viene, en momento inoportuno, en víspera electoral. Los ciudadanos, con su superior criterio e intuición, ponen las notas. Rajoy, con las orejas gachas, reflexiona sobre lo mal que lo hace o se lo hacen hacer, y se pregunta cómo salir del atiesto para no desmerecer aún más ante los ojos de sus conciudadanos. Se recuerda asimismo a «Pierre No Doy Una» y no sabe, o acaso sí, a quién atribuir los desatinos. Él una persona antes razonable, seguro que le gustaría reconducir su modo de hacer oposición, en cuanto a fondo y también en los modales, pero tiene detrás a un hombre de bigotes y su FAES meciéndose en la autocomplacencia de un sueño autoritario y excluyente. El líder en su laberinto da la cara, recibe las calabazas ciudadanas y no puede rebelarse porque le fuego es interno, el que más quema, además debe tapar y soplar para que no se vea el humo.

Nuestra democracia se merece una derecha seria, que se estime y se corrija a sí misma, asentada en el respeto, la lealtad y las buenas prácticas políticas, por el bien de todos. «Diario Palentino»

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