EL MONOLOGO DE RAJOY

«La opinión pública ya se ha formado, la madurez de los demócratas ha captado el escenario, los actores y el guión»

Rajoy vino con su papel aprendido, no estaba dispuesto a escuchar argumentos ni razones del gobierno, en realidad el líder de la oposición no venía preparado para debatir sino para exponer, ratificar y reafirmar su monólogo. Hubiera sido lo mismo que el Presidente del Gobierno pusiera sobre la mesa unos u otros aspectos de su política o de la sociedad española, la voz de Partido Popular hubiera emitido los mismos sones. Erre que erre y vuelta la burra al trigo, los ataques y descalificaciones, incluso personales, no dejaron de sonar en el hemiciclo en una lección práctica de lo que no se debe hacer en democracia.

Una interpretación errónea del momento histórico que se estaba representando y un deseo voraz e incontrolado de «quítate tu que me pongo yo» fueron, tal vez, algunas de las razones que llevaran a Rajoy a tan extraña y desafortunada puesta en escena, porque resulta casi increíble que detrás de su proceder exista una estrategia coherente y premeditada, salvo que el estratega sea un extraterrestre o un submarino camuflado de los «otros».

Últimamente los portavoces del PP se consagran solos ante los ojos de los españoles, no necesitan ni ayuda ni interpretación, simplemente se lanzan al vacío sin paracaídas porque les sigue faltando la fe en la capacidad de discernimiento de los ciudadanos. Su creencia ciega en el poder del verbo, sea cual fuere su contenido, les arrastra a unos enunciados que cantan por sí mismos. Después de treinta años de asentada democracia, aún no han tomado conciencia de la madurez democrática de sus conciudadanos y siguen poniendo en práctica métodos y argumentos tan simplistas como inventados, con la única finalidad de intentar engañarnos como a chinos (con perdón de los chinos, es un decir).

A pesar de los persistentes y deliberados intentos, por parte del PP, de crear confusión en torno a la política antiterrorista del actual gobierno socialista, la opinión pública ya se ha formado, la madurez de los demócratas ha captado el escenario, los actores y el guión. Ante un resquicio, por diminuto que fuera, de poder terminar con el enquistado terror interior, ningún presidente de gobierno que se precie hubiera podido pasar de largo. Sí intentarlo fue tan valiente como arriesgado, dejarlo pasar mirando para otro lado hubiera sido una flagrante falta de responsabilidad.

Inoportuno e inconexo con el momento y la ocasión, Rajoy no pensaba cambiar su aprendido y sonambulesco guión, de nuevo desempolvó y exhibió los fantasmas de la desconfianza, del recelo, de la duda por todo y ante todo. ¡Uhhh, que viene el coco! Pero en un error de cálculo de nada le sirvió, los niños mayores no temen al coco.

Se propuso el oponente de nuevo, una vez más y con esos los modales que le caracterizan, echar tierra a toneladas sobre el balance de gestión expuesto por el representante del gobierno, sacó del buldózer y la retro del terrorismo y la descalificación personal y la emprendió obsesivo para enterrar cuanto antes las medidas de política social para pensionistas. discapacitados, igualdad, violencia de género, crecimiento económico, salud pública, reducción de impuestos, etc. En un arrebato incontrolado llegó a afirmar contundente que hubiera sido lo mismo sí el sillón del gobierno estuviera vacante, ni los anarquistas más puros hubiesen pergeñado tal ocurrencia ni osado emitir semejante aserto.

Los ciudadanos de todas la tendencias, es decir incluida una mayoría de los propios presuntos votantes y simpatizantes del PP, le han suspendido. La nota ha sido la de un mal opositor que no ha superado la prueba anual del debate del Estado de la Nación a unos meses vista de pretender ser el sustituto en el gobierno. Y es que le ha perdido su pasión enfermiza por insultar a Zapatero, los gravísimos errores de planteamiento de sus estrategas, y sobre todo la absoluta falta de fe en la madurez democrática de los españoles. «Diario Palentino, 8 de julio de 2007»

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