Ser representante local, sea alcalde o concejal, no tiene descanso, es un traje de venintuatro horas, una segunda piel que acompaña a todas partes.
A todos los concejales y cargos públicos locales que en el día de ayer se hicieron cargo de los cargos y sus cargas. Porque cuando vamos de ciudadanos de a pie no tenemos ningun reparo en colgarnos de la queja, de la crítica sistemática y de la exigencia; todos lo hacemos en mayor o menor medida.
Pero una cosa es predicar y otra dar trigo, desde dentro el trabajo resulta duro. Hacer las cosas como se debe, en ocasiones, supone adoptar decisiones que gustan poco o nada a los administrados, pero una forma de gobierno responsable no puede quemar los barcos, el mañana también existe y el camino se hace dando un paso detrás de otro. La mejor herencia que podemos dejar a nuestros descendientes es un mundo habitable y con posibilidades, no podemos perder de vista ese objetivo, sólo somos administradores de paso, las miras deben estar puestas en el horizonte lejano, no solamente en la inmediatez.
Ayer tomaron posesión los nuevos concejales en todo el territorio nacional. Llenos de ilusiones y ganas de trabajar miles de ciudadanos comienzan o continúan una andadura por la difícil senda lo público-local, a apartir de ahora y sin descanso deben tener puestas la miras en gestionar eficientemente los recursos que les sean asignados, proveer a las necesidades y el interés de sus conciudadanos, atender a que los servicios públicos crezcan en amplitud y calidad, etc. y aunque dar gusto a todos será imposible, pondrán el empeño personal en conseguir al menos una aproximación a sus promesas, a su programa y a su buena voluntad.
Y es que el reto se alimenta de la cercanía de los conciudadanos y será investigar cómo se puede poner al alcance de la mano, con pocos recursos y buenas intenciones, la solución de problemas y situaciones de las ciudades, de los pueblos y de las personas que moran en ellos. La gracia estará en descubrir como la necesidad aguza el ingenio y que debajo de poca teja se puede comer mucho pan. Los ayuntamientos son especialistas en resolver grandes males con pocos remedios.
Y es que ser representante local, sea alcalde o concejal, no tiene descanso, es un traje de venintuatro horas, una segunda piel que acompaña a todas partes. Es tanto como dejar de ser ciudadano examinador para convertirse en examinado. Es sentirse responsable a cada instante de lo ocurra, aunque sea accidentalmente, en la tarea encomendada por los ciudadanos, porque en política no vale decir que se hizo lo posible o que se trabajo mucho el asunto o que se puso todo el empeño, eso se da por supuesto y exigido, en política sólo cuenta el resultado conseguido, sea procedente del trabajo duro o de la casualidad simplemente.
Por estas razones el desempeño de un cargo público cualquiera siempre supone llevar una diana en el pecho, estar en el punto de mira, para bien o para mal, casi siempre para la crítica, muchas veces despiadada. En el ambito local, además, supone la aparicion de «amigos» anejos al cargo que suelen desaperecer con el cese, otros conocidos de siempre, sin embargo, se sienten defraudados y retiran el saludo a quienes creen, por sus razones personales o ideológicas, que no les van a defender sus intereses.
De todo hay en la viña del señor, y el nuevo estado de político local requiere una adaptación a las nuevas circunstancias, al nuevo traje, al nuevo ser y estar. Enhorabuena a todos los cargos públicos locales que comenzasteis ayer la dura andadura, gracias por representarnos e intentar hacerlo lo mejor que podéis y sabéis. !Suerte! «Diario Palentino, 17 de junio de 2007»