«Todos los partidos y formaciones políticas tienen su grado de responsabilidad en la forma de afrontarlo y reducirlo»
ETA de nuevo asoma su rostro sanguinario y destructor. Vuelven las viejas necesidades y rutinas de los guardaespaldas, los seguros especiales, la extorsión y el pánico. El tiempo de paz siempre se hace breve en la memoria de los pueblos. Lo que alarga el sufrimiento ocupa mucho más espacio en el recuerdo y llena más páginas de historia de la humanidad. Los logros y la bonanza se despachan con un aplauso.
Vuelve la controversia sobre si una mayoría de vascos consiente o soporta en elocuente silencio que unos individuos hablen por todo el pueblo, su pueblo, el vasco, por su voz. El dañino discurso no tiene desperdicio, como sus actos. Siempre que hablan o se mueven es para hacer daño a alguien, a algo, a personas, a instituciones, a sectores económicos, a ideologías, a trabajadores o a profesionales. Cualquier cosa puede ser objeto hábil de ataque y menoscabo para las conciencias asesinas. Los mismos rostros, siempre en rictus desagradable y enfadado, transmiten inquietud. Cada aparición en público conlleva una provocación meditada, calculada obsesivamente, propio de mentes alteradas.
Se hacen llamar «izquierda abertzale», lo mismo podía ser «derecha abertzale» o «centro abertzale», o «locura fascista abertzale» más bien, porque los asesinos y su entorno de destrucción se alimentan de sangre, de burla de las instituciones que utilizan solo para sus fines y provecho y que luego dicen no reconocer cuando se les juzga y condena. Amenazan a los jueces, exigen lo que no merecen, abusan de los derechos que les otorgamos los demócratas por el mero hecho de que sean bípedos, no tienen otro mérito, y hacen ostentación de su desobediencia y quebranto de las leyes. No tienen ideología, ni de derechas, ni de izquierdas, ni de nada. Su deidad es el conflicto y la desgracia por donde pasan.
Pero había que intentarlo, si hubo la más mínima posibilidad de acabar con ellos era deber de cualquier gobierno aprovechar la ocasión e intentarlo. La historia no hubiera perdonado una actitud pasiva, una omisión, como la historia no va a perdonar al Partido Popular su oposición a quemarropa instrumentalizando un asunto tan hiriente para los españoles como es el del terrorismo etarra.
Catorce meses, algo se ha ganado, un tiempo sin atentados. Tal vez, hasta incluso, una reflexión interna en el seno del PNV para llegar a condenar sin paliativos la vuelta atrás de la banda. Algo se va caminando aunque sea poco y despacio. Hay que arar con los bueyes que se tienen.
Pero la reflexión profunda y el cambio interno sigue correspondiendo al pueblo vasco. Porque no han sido dos ni tres los que han votado ANV, han sido ciento ochenta y cinco mil.. A veces oímos en los medios de comunicación como se quejan avergonzadas madres de la militancia de sus hijos. Escuchamos testimonios de gentes aterradas por al vecindad de los violentos. De pronto se escurren por el lateral de la pantalla ciudadanos que no quieren hablar ni opinar al ser entrevistados, porque tienen miedo de decir algo que no guste a quienes pueden reconocerle. El proverbio chino de ver, oír y callar es la pauta más estricta para la supervivencia en determinadas zonas del País Vasco. Y mientras ese «sí pero no» subsista, mientras no haya una definición clara y rotunda contra los violentos, será difícil su desaparición.
Todos los partidos y formaciones políticas tienen su grado de responsabilidad en la forma de afrontarlo y reducirlo. Lo que está muy claro es que sin la unidad de los demócratas nada se conseguirá. El gobierno no puede caminar más sobre los constantes obstáculos y piedras en el camino que va colocando sistemáticamente el principal partido de la oposición en España, ya es bastante con tener de frente a los terroristas. La llamada a la responsabilidad parece no ser audible para los dirigentes de la derecha. Con las miras puestas en conseguir el poder a cualquier precio, a veces reverbera la sensación de que al Partido Popular le viene bien en cierto modo de la existencia de ETA y los violentos, después de todo le dan argumentos y excusa para atacar continua y bárbaramente al gobierno, pretexto que utilizan hasta límites inconcebibles en democracia. Lo mejor que le podía pasar a España y a los españoles sería tener una oposición leal por parte de la derecha más conservadora de éste país. Los contemporáneos se lo agradeceríamos ahora, la historia después. «Diario Palentino, 10 de junio de 2007»