GANAR Y PERDER

Como los buenos vendedores, los fracasos solo se analizan en la intimidad y los triunfos se ponen en el tablón de anuncios. No es más que el reflejo de una forma humana de ser. Todos ensalzamos lo que somos o tenemos y escondemos nuestros defectos y deficiencias. Si conseguimos hacer ver a nuestros congéneres que somos altos, guapos, ricos, inteligentes y cultos, mejor que mejor, así no se descubrirán nuestras debilidades y nos sentiremos más seguros. Como dice Chuchi Quijano en su biografía política y parafraseando a un clásico: «La humildad es la virtud de quien no tiene otra»

Los partidos políticos son creación humana no muy diferente de los clanes, manadas y otras formas de agrupación natural de seres vivos moradores del planeta, que también tienen sus manuales operativos y sus estrategias, por tanto nada nos extrañe que en cada combate cada cual venda sus conclusiones positivas.

Pero también es cierto que hay ventas y ventas, lecturas y lecturas. Y la eterna cuestión al final de cada proceso electoral consiste en resolver sobre la pregunta: ¿Quien gana? ¿El que obtiene más escaños o el que suma más votos?, porque en un primer momento la prensa ávida y rauda para confeccionar los titulares oye y plasma lo que se dice en el anuncio inicial, que es lo que cala, luego vendrán los análisis reposados y el desmenuce, pero los rostros de la foto de portada ya han reflejado la alegría o la lástima casi intuitiva de haber obtenido o no la confianza ciudadana para los próximos cuatro años.

Además, la ilusión o decepción no queda solo en las figuras llamadas a competir en la carrera electoral, sino que cada elector que ha depositado su voto siente dentro de sí que gana o pierde su opción. Algunos se dirán: «Tenía que haber ido», pero ya es tarde, el tren pasa a su hora y el viajero retrasado se queda en tierra apeonando y sin fuerza moral para exigir.

Vemos como haciendo de tripas corazón, la victoria se canta pronto y se ensalza para ocultar su cruz, sus otras realidades. En el caso de Palencia veamos otro punto de vista, diferente pero tan real como el ofrecido por los analistas.

Un candidato a la alcaldía que gana las elecciones locales bajo las siglas de una formación totalmente contraria a la idiosincrasia mayormente conservadora de su electorado, es doblemente victorioso, porque tiene que vencer el rechazo ideológico inicial y además convencer de la bonanza de su credo. Un conservador ganando en territorio conservador es un resultado cantado, solo tiene que preocuparse de no quemar a los suyos, pero poco o nada tiene que hacer para ganarlos, coser y cantar.

Luego viene la curiosa versión en autobombo de los presidentes de Diputaciones que por todo el país dicen ganar elecciones, y aquí es cuando tranquilamente puede dar un ataque de risa a quien conoce como se elige un presidente de diputación cualquiera. Y es que las diputaciones las ganan los alcaldes y concejales de la provincia, quienes a su vez, por y entre ellos, eligen a los diputados que correspondan por cada distrito. Y luego estos diputados provinciales eligen, a su vez, por ellos y entre ellos a quien será el presidente.

Con lo que el presidente sale designado al segundo bote, no es elegido por los ciudadanos, de modo que ni gana ni pierde elecciones, porque los ciudadanos no tienen acceso a poner nota a un presidente de diputación en las urnas. Es cada partido quien propone y cursa instrucciones a sus diputados para que voten presidente a quien el partido decide, si es el palo de la escoba como si es el quinto de la tarde.

Es cierto que en Palencia la Diputación la han ganado muchos despueblos pequeños de escasos y conservadores habitantes, porque los mayores núcleos de población de la provincia han votado progresismo como corresponde a su propio dinamismo sociológico. «Diario Palentino, 3 de junio de 2007«

«Cada elector que ha depositado su voto siente dentro de sí que gana o pierde su opción»

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