«Y a medida que nuestra provincia se despuebla va ganado votos la derecha»
El PP se ha salido con la suya a la hora de minar la voluntad de los votantes convenciendo a muchos ciudadanos de la inutilidad de la participación política a través de las elecciones. Casi cuatro puntos se ha incrementado la abstención y han sido en total casi trece millones de electores los que decidieron que mejor se quedaban en casa porque estaban hartos de los políticos.
Lo malo de esta dejadez es que tiene un signo político. La derecha moviliza con mayor facilidad a sus votantes, que suelen ser más disciplinados y conscientes de que una duna se hace a base de granos de arena sumados uno a uno, las familias se movilizan para llevar a sus miembros de todas las edades, no dejan pasar la ocasión, mientras que en los sectores más progresistas se da mucha menor importancia al valor de la individualidad sumatoria. Así es y así ha sido siempre en la muy experimentada sociología humana.
Hace tiempo que se veía venir. Ante el imponderable de perder sucesivos comicios electorales nacionales y autonómicos, el PP tuvo de crear una estrategia a medio y largo plazo tendente a socavar la credibilidad de los cargos públicos. No importaba tanto sacrificar la imagen de sus propios representantes si a cambio se denostaba también la del contrario, porque a la larga ha quedado demostrada su razón de que la perdida de fe en la cosa pública siempre beneficia a la derecha mas conservadora, que es la que no se baja nunca de su pretensión de aspirar al desempeño del poder de cualquier tipo, sea político, económico o social.
El segundo juego malabar en escena es el clientelismo. Todos los ciudadanos de a pie hemos oído contar como se requiere un pacto de adhesión política para entrar a desempeñar determinados puestos en las administraciones gestionadas por el PP, hemos escuchado comentarios sobre el miedo a opinar en contra del poder establecido en dichas administraciones o incluso a leer determinados periódicos censurables proscrito ante la pureza ideológica requerida.
Además de este encorsetamiento de la libertad de pensamiento, creencia y opinión, existe también ese otro instrumento consistente en la promesa desigual basada en el vasallaje, tal como: «Si vas en la lista de mi partido te daré para que hagas…» Claro, caramelo tentador para un alcalde o concejal de pueblo con escasos recursos y que solo quiere mirar por el interés de sus conciudadanos y prestarles aquellos soñados servicios casi inaccesibles. La voluntad se doblega y cede al chantaje de la promesa de favores que a cambio se realizarán con dineros públicos, es decir, dineros de todos cuyo objetivo justo respondería a un reparto regulado y accesible en igualdad de condiciones y no por amiguismos y servilismos políticos.
Las tentaciones ofrecidas por el PP convierten a los Alcaldes en pedigüeños constantes de concesiones graciosas racionadas, caramelos envenenados que les hacen sentirse traidores a sus valores y a sus principios.
Pero así es la derecha, lo contamina todo. Con motivo de éstas últimas elecciones hemos oído hasta la saciedad casos en que el PP prometía mejoras salariales según el número de votos, o puestos de trabajo en la función pública según si se comprometían a votar por correo bajo la supervisión del pagador, etc. Alarmante, pero lo consentimos y si viene al caso nos prestamos al juego, siempre eso sí, exhibiéndolo bajo una causa justa.
Y a medida que nuestra provincia se despuebla va ganando votos la derecha. La razón es muy sencilla, la gente joven, portadora del pensamiento innovador y progresista, tiene que abandonar esta tierra para buscarse la vida donde pueda trabajar dignamente y respirar sin la asfixia de las miradas vecinas. Y aquí ya solo quedan los que van cumpliendo años sin más ánimo ni humor que tener salud y derechos de pago único para pasar una acomodada vejez.
La progresía siempre precisó un substrato de espíritu joven y arriesgado, de una rebeldía innovadora, de un ánimo de cambiar las cosas para mejor, de la licencia para poder imaginar que existen otros modos de vida, otras posibilidades, diferentes puntos de vista. Y no necesariamente tiene que ir unida a la edad física. Sin embargo el conservadurismo pretende que nada cambie, que se conserve lo conocido, la seguridad y las certezas, le repelen las variaciones por aventureras, aunque sea para mejor. «Periódio CARRIÓN, 1ª quincena de junio de 2007»