«Cada programa tiene su tendencia, su orientación a favorecer más unas medidas sobre otras»
En el marco de la nebulosa electoral no debemos perder de vista lo que importa, el cogollito, la esencia y lo valioso de las ofertas electorales.
Pero como en la asociación de ideas la mente es libre de componer cadenas de pensamientos, a los estadísticos, encuestadores y afines expertos en hacer cálculos de probabilidades también se les ha ocurrido estudiar en qué piensan los ciudadanos, sobre todo en estas fechas en las que los políticos se esfuerzan en comunicar sus propósitos para los años venideros si llegan a conquistar el poder de los poderes, cual es gobernar a los demás.
Y los resultados parecen cuando menos curiosos. De momento al setenta por ciento de los ciudadanos aún en estas fechas no les preocupa el debate preelectoral, al menos de un modo razonablemente intenso. Sin embargo, dicen los sapientísimos sociólogos, antropólogos y otras hierbas que los hombres se acuerdan, o al menos de algún modo tienen pensamientos con referencia al sexo cada diez minutos de su vigila, y les viene a la mente su equipo deportivo favorito cada doce minutos. Si a ello añadimos el tiempo mental que tienen que destinar a la concentración en su trabajo, familia, amistades, etc., es comprensible que el pensamiento político ocupe para muchas personas un lugar alejado y residual. Sobre todo, si fuera cierto que las imágenes virtuales creadas por el cerebro desencadenan en el cuerpo efectos atenuados pero similares a las reacciones provocadas por las situaciones reales, se diría que entre sexo y deporte de presencia mental tan frecuente la situación de estrés es comprensible, como para ponerse a pensar en clave política.
Sin embargo es de vital importancia pensar en nuestro futuro. Cuando planificamos nuestra vida personal dedicamos tiempo, o al menos la materia lo merece, a determinar si queremos compartir con otra persona o pasarlo en solitario, estudiamos a fondo los recursos, las hipotecas, los propósitos personales y profesionales, las metas que nos gustaría conseguir. Estudiar, analizar y pensar durante un tiempo prudencial cual va a ser nuestro futuro ciudadano, el que ponemos en manos de otras personas que nos representarán, hablarán y decidirán por nosotros no es tema baladí. Poder elegir, libre, limpia y directamente cada cuatro años a quienes nos gobiernan, es un lujo que tan solo un tercio de la población mundial puede disfrutar. Y para que luego no tengamos que echarnos las manos a la cabeza es mejor un «por si acaso que cien penseques».
Es cierto que las campañas electorales tan intensamente publicitarias llegan a crear en sus momentos finales y en algunas ocasiones un fondo de incertidumbre y de duda, sobre todo en ese segmento compuesto por ciudadanos ajenos al voto cautivo que son a fin de cuentas y junto a los que se quedan en casa, quienes deciden el resultado. De ahí que los pronósticos a veces varíen considerablemente en el medio del proceso.
Pero es que para valorar la realidad o virtualidad de lo que se dice es fundamental no perder de vista lo que se hace. «Hechos son amores…» que dirían nuestras sabias abuelas que del dicho al hecho tenían clara constancia en su experiencia vital.
Como para una fiesta que es propiamente, la fiesta de la democracia, las formaciones políticas presentan su mejor cara, la de las promesas, pero debajo debemos adivinar las capacidades reales y los objetivos últimos que es lo que realmente nos va a importar cuando se apaguen las luces del escenario electoral.
La evolución social a lo largo de la historia ha conllevado una evolución del pensamiento en paralelo para poder atender las necesidades y fines de las sociedades del momento. Ya nadie piensa hoy en una revolución marxista al estilo bolchevique como tampoco nadie piensa en el retorno a la esclavitud capitalista. Ambos son extremos ideológicos que pertenecen al pasado y no tienen ninguna posibilidad de proyección presente.
La depuración y moderación de las ideologías es precisamente lo que hace posible la democracia, un espacio para mirar en común al interés general, siempre que se respeten y no obstruyan las normas de juego. Pero cada programa tiene su tendencia, es decir su orientación a favorecer más unas medidas sobre otras, unos fines sobre los demás. Cada ciudadano deberá fijar su norte según los parámetros de sus circunstancias personales: mujer, joven, pensionista, autónomo, empleado, discapacitado, etc. Para poder valorar adecuadamente y sin disfraz el grado de confluencia entre lo prometido y realizado, entre el objetivo pregonado y el bienestar personal. » Diario Palentino, 13 de mayo de 2007″