«El ferrocarril es un instrumento indeclinable e indiscutible de riqueza urbana, la opción inteligente es conservar su trazado soterrado en el centro»
Una ciudad con tren es un lujo inalienable. Apearse en una estación de ferrocarril y tener el centro urbano a los pies es para el viajero además de la comodidad, una satisfacción instantánea, pero para la propia ciudad esta proximidad se constituye como una fuente importante de crecimiento, de riqueza, de conocimiento, de movimiento mercantil.
Les chemins du fer o caminos de hierro franceses, los raíles de las vagonetas para sacar carbón de las minas, verdadero antecedente de lo que más tarde cubriría toda Europa de Este a Oeste y de Norte a Sur, abrieron una brecha de progreso sin precedentes en los sistemas de transporte y comunicación. Los núcleos urbanos que tuvieron la suerte de contar con este medio y un Plan de Ensanche o extensión residencial de la ciudad, fueron quienes encabezaron el progreso. Las mercancías viajaban con seguridad y rapidez, iban las materias primas y volvían los productos manufacturados, el carbón y el acero, la sal y el grano, los alimentos, los animales para consumo humano, la maquinaria, los vehículos, los tejidos, etc. Y junto a la carga el correo postal y los viajeros.
Tal fue el impacto de la llegada del ferrocarril que la zona habitada de las ciudades y los pueblos fue ensanchándose y creciendo siempre mirando al tren. La estación era punto de llegada, de salida y de intercambios. Desarrollaba en su entorno otros servicios de transporte al punto, maleteros y mozos de equipaje, consignas, cantina, prensa, venta ambulante de diversos productos y recuerdos de artesanía, las estaciones alojaban y guardaban sentimientos y recuerdos de encuentros y despedidas.
Las estaciones dieron vida a las ciudades, a su industria y su comercio. Los trenes de mercancías permitían el transporte diario de trabajadores en cortas distancias, muchos estudiantes han podido serlo por la cercanía del tren. Un transporte seguro, barato y rápido. Nadie en su sano juicio puede poner en duda los inconmensurables beneficios que trae una estación de ferrocarril en el centro de la ciudad.
Concretamente en Palencia, veíamos hace pocos días en este mismo medio, un balance del número de viajeros que habían transitado de algún modo por nuestra estación en tan solo un año, creo que hablaba de algo más de setenta y cuatro mil. ¿Alguien puede imaginarse éste número de viajeros si la estación estuviera ubicada a unos kilómetros del centro urbano?
Yo imagino que si nuestros vecinos de los pueblos cercanos comunicados por tren fueran llevados, pongamos hasta una estación en medio del campo donde deberían coger un Bus o un taxi para volver a la capital, tal y como proponen los presuntos representantes de los empresarios palentinos y con ellos algún partido afín, les traería mucha mejor cuenta y así lo acabarían haciendo, llegar hasta Valladolid a hacer sus compras o sus estudios, porque entre que van y vuelven de la estación para coger el tren de ida y de vuelta y cambian de medio de transporte ya estarían en la ciudad vecina, que por supuesto va a conservar la estación en pleno centro para garantizar la pervivencia y el progreso de su comercio tradicional. Hasta Madrid, que es la «capi» por excelencia, tiene sus estaciones en pleno centro urbano.
Y como el ferrocarril es un instrumento indeclinable e indiscutible de riqueza urbana, la opción inteligente es conservar su trazado soterrado en el centro como está previsto, porque es cierto que habiendo crecido tanto las ciudades durante el último siglo, el mismo bien se ha convertido en un obstáculo y en una frontera de división interna en el espacio geográfico urbano, por lo que la solución definitiva y compatible con su uso cercano es el soterramiento. Así se ha decidido para las ciudades del entorno castellano y Palencia no puede ser menos. Quien hable eufemísticamente de «solución» y eluda el término contundente y preciso de » soterramiento» está pensando en algo muy diferente, como quienes presentan alegaciones para retrasar la tramitación del expediente.
He tomado prestados de la página de Renfe los siguientes versos de Benjamín Prado Rodríguez: «Pasaba el tren, hermosa cordillera instantánea, horizonte mecánico, dragón oscuro de los manantiales. Pasó el tren y quedó ilesa la vida». «Diario Palentino, 13 de mayo de 2007»