HABLAR PARA ENTENDERSE

«Todos los conflictos de la humanidad han comenzado por no entablar un diálogo fructífero en el momento oportuno»

Moshé Dayán dijo que para conseguir la paz no sirve de nada hablar con los amigos, con quien se debe tratar es con los enemigos, y tras doce días de conversaciones secretas con la representación egipcia logró cerrar los acuerdos de Camp David poniendo fin al endémico conflicto de Israel con el país vecino.

Todos los conflictos de la humanidad han comenzado por no entablar un diálogo fructífero en el momento oportuno, pero también a la postre una red de tratados, acuerdos, pactos, negociaciones y convenios  han otorgado legitimidad  a lo conseguido cerrando grandes y pequeños conflictos internos e internacionales en nuestro propio continente europeo.

La historia nos pone sobre la mesa nada menos que ocho Tratados firmados en Paris desde 1763 hasta 1947 que cierran otros tantos conflictos respectivos, desde la Guerra de los Siete Años hasta el fin de la II Guerra Mundial. El Tratado de Versalles acaba con la Primera. Por la Paz de Utrecht  hacemos la paz con Inglaterra (y perdemos Gibraltar).

El mismo Aznar cuando fue presidente de gobierno en España manifestó:         «Yo personalmente, he autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación. Lo he autorizado personalmente y quiero que los españoles lo sepan…..La sociedad española desea fervientemente que el Gobierno diese este paso y que lo diese amparado en la razón» ( Dixit Aznar. 03.11.1998 ).

A veces las negociaciones se ponen difíciles porque una de las partes hace saltar por los aires el contexto de la mesa negociadora, es el momento de la mano dura y replegarse hasta que las condiciones sean de nuevo favorables.

Por la mente de todos los demócratas, permítanme que me arrogue esa representación momentánea,  pasa desear «¡Que se muera!» cuando vemos las imágenes del asesino consumido por su propia ira, su maldad enfermiza y su odio intrínseco a la vida, aún a la propia. Y no podemos evitar tener un desliz incontrolado, un pensamiento involuntario que nos hace decir en baja voz ¡Ojala todos los asesinos decidieran ponerse en huelga de hambre y morirse reconsumidos en su inanición como  sus víctimas en el dolor!

El daño gratuito causado por otra persona nos produce un sentimiento de injusticia, de impotencia, de sufrimiento extremo e irremediable que no encuentra la posibilidad de perdonar ni de olvidar, es lógico, somos humanos, nuestro cuerpo y nuestra mente recuerdan lo bueno y lo malo, y el deseo de venganza también es humano. Aunque para quedar bien hablemos de justicia, en el fondo sabemos que nunca habrá justicia satisfactoria ni suficiente para mitigar nuestra frustración.

Pero en toda esta relación de acontecimientos entre un intento fallido de diálogo, un extemporáneo atentado terrorista y la cruenta satisfacción del principal partido de la oposición, lo que más sorprende, lo que menos cuaja en nuestra capacidad de comprensión es la actitud de muchos vascos acogiendo la foto del pistolero en sus escaparates comerciales, magnificando su condición de asesino, haciendo un héroe de una piltrafa física, mental y social.

La tibieza, cuando no obstrucción a cualquier proceso de paz, manifestada por numerosos habitantes del País Vasco nos pone los pelos de punta. Ese «si, pero no» que se sucede continuamente sigue manteniendo en la palestra la teoría del árbol y las nueces que ya en su día enunció Arzallus. ETA mueve el árbol y los nacionalistas recogen las nueces que caen.

Con los asesinos no se puede mostrar debilidad ni conmiseración, pero sin diálogo con el pueblo vasco tampoco vamos a ningún lado. Si en nuestra historia del siglo pasado se hubiese practicado más diálogo, hoy no sufriríamos el terrorismo.  «Diario Palentino, 18 de febrero de 2007»

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