QUE NO TE ENGAÑEN

«Juego psicológico para controlar la opinión y la voluntad de los individuos causando miedo,  inseguridad, agotamiento y desconfianza en quienes nos gobiernan.»

Aparentemente para el PP la política se ha convertido en actos de adhesión a sus césares, parece que nada importa ya cual fuera el motivo ni quienes los acompañan, lo que importa es sacar gente a la calle para demostrar su capacidad de movilización, que al grito de «¡A echar!» les caigan a miles a sus pies. Poco afecta al PP el interés del país, sus líderes gozan entre la muchedumbre para que les aclamen en masa y a gritos, demostrándoles que su ego está en alza, que sus argumentos son coreados por inacabables voces. Convierten su presencia en todo un espectáculo, se dan baños de multitudes en una puesta en escena repleta de banderas, micrófonos, arengas a grito pelado, autoproclamas de salvadores, sofismas encadenados en sus discursos y masas mentalmente alienadas, enfebrecidas, en las que el individuo diluye y enajena torpemente su propia voluntad para convertirse sin condiciones en un peón inerte en manos de quien tenga que jugar la partida absolutamente a discreción.

Como en un racimo aparentemente surgido de la espontaneidad, varios grupúsculos de colectivos bien dirigidos por las partes altas y en el convencimiento de que están en movimiento por una causa justa, serán los encargados de prestar ese aire de diversidad, de comparsa, de coincidencia de opiniones, porque sería muy triste que el principal partido de la oposición de éste país, único por el momento capaz de acceder a la alternancia en el poder, se desmarcase en solitario de la mayoría mas absoluta de los españoles.

Las manifestaciones, salir a calle a dar testimonio, a protestar, a comunicar, surgieron ante la imposibilidad de hacerlo de otro modo, ante la represión de ideas y de pensamiento de quienes no tenían derecho a hablar ni mucho menos a pedir durante los tiempos difíciles de la sociedad civil. Por su puesto un útil tan valioso no puede perder actualidad.

Pero toda función tiene sus perversiones, al igual que los terroristas utilizan en su beneficio los derechos y libertades que los sistemas democráticos ponen al servicio de estas formas de gobernarse los pueblos (recuerden los lectores la rabia contenida que padecimos al saber que el terrorífico Jon Idígoras estuvo cobrando hasta su muerte la pensión máxima por haber sido parlamentario nacional y sin haber comparecido nunca a una institución que despreciaba y contra la que atentaba), de modo similar y salvando las distancias del ejemplo por supuesto, el PP está instrumentalizando los medios de nuestra democracia para desestabilizarla, para fomentar la violencia, la división interna, crear desasosiego, desencanto y frustración entre los conciudadanos. Y lo más preocupante es que esta conducta no es casual, subyace la oscura y siniestra esperanza de que llegado el momento en el que todos estemos hartos de tanta incomodidad se presenten ellos, los líderes del PP, como salvadores irredentos prometiendo estabilidad, seguridad y confianza, justamente pilares de la sociedad que deliberada y calculadamente están socavando.

Se están manifestando como guerreros del barrizal, desconocen el juego limpio, el trampeo es su sino, solo les importa una cosa, el poder, aunque tengan que rodar cabezas, hoy día siguen justificando aquella cruenta guerra civil como necesaria y beneficiosa,  o si es preciso una guerra invasiva como lo hicieron la última vez que gobernaron. Utilizan lo que les venga a la mano, al margen de la honestidad, de los buenos sentimientos, de la parte humana de las cosas. Hacen carnaza para sus fines en victimas de cualquier terror, les vale igual rapiñar sobre las de ETA que sobre las de violencia de género, llegan incluso a intentar instrumentalizar a los ecuatorianos asesinados aunque les da pánico hablar de inmigración, juegan a su antojo con las instituciones civiles o religiosas, del brazo o en contra de los obispos, según les venga al juego en cada caso, y por que no pueden ya desabastecer los mercados ni cortar el agua potable a las poblaciones sino también lo harían, como lo han hecho siempre que les ha interesado preparar un caldo de cultivo conflictivo para dar un golpe de mano, como en la España de preguerra, como en el Chile de Allende, como en todos los golpismos conocidos.

De hecho vemos como de vez en cuando sueltan alguna voz militar que propone alguna interpretación extravagante, para pulsar el efecto en la opinión y  otear el horizonte, para poder analizar como cae la propuesta conflictiva  e ir calculando los tiempos, para que vayan dando la cara los adeptos y sepan con quien tienen que ponerse en contacto. Es la estrategia del sueño del dictador que nunca desaparece solo hiberna, se disfraza, sobrevive aletargado en los tiempos adversos, esperando o preparando en la sombra las condiciones más adecuadas para despertar, salir del escondrijo y convertirse en lo que es.

A simple vista parece que mi relato recuerde a una leyenda esotérica de esas que tanto venden hoy día, pero quien sepa un poco de historia se dará cuenta de que la actitud el PP se está convirtiendo en una conspiración contra la democracia española. Por supuesto lejos de las armas militares y la confrontación física pero si mediante el juego psicológico para controlar la opinión y la voluntad de los individuos causando miedo,  inseguridad, agotamiento y desconfianza en quienes nos gobiernan. ¡Ojo!, cuando consigan que los ciudadanos digamos aquello de «¡Todos son iguales!», será su momento, habrán vencido a la democracia. «Diario Palentino, 4 de febrero de 2004»

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