El mensaje de la derecha española se está escorando peligrosamente hacia límites extremos»
Pasito a pasito podemos ir retrocediendo en las cotas de democracia conseguidas, democracia igualitaria que constituye un logro sin precedentes en la historia de la humanidad.
La premisa de que cualquier ciudadano pueda aspirar en igualdad de condiciones al desempeño de las tareas de gobierno, es una conquista insuperable e irrenunciable por cualquier formación política que presuma de ser demócrata.
El Sr. Rajoy, supremo de la oposición pero que de educado, respetuoso y señor parece tener poco, ya osó escandalizar a las democracias del mundo civilizado calificando al Presidente del Gobierno, elegido por los españoles en las urnas, como «Tonto de baba». Ahora en un nuevo desliz inconexo con su presunción de demócrata de alcurnia, se descuelga sorprendiendo al personal cuando afirma que no tenían que ser suficientes requisitos ser español y mayor de edad para poder optar a la presidencia del gobierno de los españoles.
Pero, veamos, cual es verdadero mensaje de este sospechoso enunciado. ¿Qué debemos entender con la sugerencia? ¿Qué más requisitos propondría el Sr. Rajoy? ¿Calzar un determinado número? ¿Un peso cerebral? ¿Una banderita española en el atuendo? Suponemos que la respuesta tal vez será emitida en próximas entregas de su siempre sorprendente y desconcertante discurso.
El mensaje de la derecha española se está escorando peligrosamente hacia límites extremos. No sabemos si sus dirigentes quieran exigir en lo sucesivo que los candidatos a la presidencia del gobierno sean gallegos, registradores de la propiedad, «profesores» de universidades USA o qué, porque si aspiran a pedir pureza de sangre y ancestral linaje se cargarían a su inmensa tropa de advenedizos aspirantes a ricos de derechas, en quienes no se distingue muy bien si porque tienen «algo» son conservadores, para conservarlo entienden, o si haciéndose de derechas se harán ricos. Lo que no llega a comprender ese ejército de aspirantes a linajudos es que los ricos, que ya no son los nobles de sangre sino los empresarios de negocios boyantes, no son de izquierdas ni de derechas, solo tienen un dios que es el euro y optan en las urnas por la opción política que en cada ocasión les parece mas adecuada a la coyuntura económica de su negocio.
No obstante, ¡Atención ciudadanos¡ el incipiente discurso del Sr. Rajoy por esa vía de la restricción solo tiene un camino: suprimir la igualdad de oportunidades en el acceso a los puestos de responsabilidad y obviar los principios de igualdad, mérito y capacidad.
Y es que esa limitación solo constituiría el primer peldaño de otros retrocesos en la escala democrática. A la merma de posibilidades de acceso a los cargos electos seguirían otras restricciones al cuerpo electoral, porque esta regresión histórica que propone el Partido Popular puede concluir en que tampoco todos los votantes estén capacitados para discernir su voto, con lo que el logrado sufragio universal equivalente a una persona-un voto, podría ser sustituido por el sistema que tanto gustaba al Caudillo, el tercio familiar, el tercio sindical, etc. o lo que es lo mismo el sufragio censitario en el que solo votan los que estén incluidos en un censo por cumplir determinados requisitos no solo de mayoría de edad como ahora, sino de rentas, posesiones, estrato social, etc. La democracia universal desaparecía quedando el poder bajo el control de un segmento de población a través de un censo de votantes «selecto» para garantizar la conservación permanente de los resortes de poder.
Esto no es una leyenda, no es un cuento, es una historia verídica y vigente hasta fechas muy recientes, es la historia de aquella España Una, Grande y Libre en la que las mujeres éramos siempre menores de edad, los trabajadores esclavos de las empresas, las empresas pequeñas siervas de las grandes, el sindicato vertical un monigote instrumental de la Falange o viceversa, y los españoles de a pie unos minúsculos entes sumisos y siempre temerosos de caer mal a algún funcionario de «El Régimen».
¿Es ese el proyecto político del Partido Popular a largo plazo? ¿Es ese el destino que quiere para los españoles?
Sin ningún pudor el PP se ha quitado su piel de cordero, ni tan siquiera disfraza ya su discurso, lo planta de frente, aspira a ser un partido único en un estado unitario y totalitario dirigido por gobernantes de una alcurnia «selecta» en quienes la inteligencia y la honestidad personal pasarían a ser requisitos menores o meramente anecdóticos, tal y como periódicamente pone de manifiesto el supremo del bigote. «Diario Palentino, 21 de enero de 2007»