Tolerancia, tolerancia, por favor

«La sin par vacuna contra integrismos y fundamentalismos de cualquier tipo, es la tolerancia mutua»

Cuando los ciudadanos del mundo experimentamos el cambio de milenio,  pensamos, creímos y esperamos que el siglo XXI  fuera a ser, ya por fin, el de la igualdad, el de la justicia social, el de la paz universal. Lo creímos o al menos lo deseamos bajo el impulso fetichista de que tal experiencia, solo verificable cada mil años, tenía que suponer para humanidad un cambio positivo en la nueva suerte que comenzaba.

Apenas transcurridos seis años desde aquel regocijo, hacemos balance y comprobamos que un nudo se nos aprieta cada día más oprimiéndonos el pecho hasta el borde de la inseguridad y del miedo. La realidad social avanza por un lado mientras los fundamentalismos crecen con desmesura por otro.

Fundamentalismos e integrismos de todo tipo siempre han sido carroñeros, se agarran a la impotencia que tenemos los humanos para comprender y superar los contratiempos del mundo circundante. Hoy las grandes aglomeraciones urbanas, el desempleo, el injusto reparto de la riqueza a nivel planetario, las dificultades de algunos estados para responder frente a la inseguridad, frente a la corrupción generalizada en los países más pobres, etc.., son el caldo de cultivo apto y adecuado para criar y proliferar los más nocivos virus del fundamentalismo político y religioso.

El integrismo hoy no es solamente islámico. Los sueños totalitarios, el imperialismo a nivel de poder mundial, las promesas de una vida mejor en otra vida y la verdad absoluta como dogma de fe, conforman el esqueleto de todas las religiones  con mayor o menor número de adeptos, más o menos longevas en la historia.

La vida humana es dura y compleja, los fundamentalismos religiosos y políticos la simplifican haciendo que los individuos deleguen la resolución de sus propios problemas y dudas en un ser superior, en un pensamiento único, en un afán imperialista, en un ideal patriótico, o en cualquier luz alienante que todo lo resolverá tan solo a cambio de fe y obediencia ciega.

La historia de la humanidad está jalonada de intolerantes guardianes de la verdad absoluta, por otro lado variable según tiempos, lugares, patrocinios y promociones, casi siempre agarrados como lapas en espíritus sencillos y mentes simples afectadas de dificultad para poder percibir la amplia realidad en toda su extensión. Es fácil hacer presa en las capas sociales humildes y débiles, tanto a nivel material como espiritual, en sectores de población vulnerables bajo la amenaza constante de la escasez, de la necesidad, de la inseguridad personal y vital. La creencia ciega se constituye como escudo protector inatacable por los agentes agresores externos.

La única medicación preventiva, la sin par vacuna contra integrismos y fundamentalismos de cualquier tipo, es la tolerancia mutua, garantía de la libertad de pensamiento y expresión, aceptación de quien es, piensa o vive de forma diferente, que permite la posibilidad del debate pacífico y tranquilo de las ideas propias y de las ajenas. La tolerancia mutua en todas sus versiones y facetas. Tolerancia política, tolerancia religiosa, tolerancia racial, social, de género, de edad, de ubicación geográfica. Tolerancia mutua como único dique posible ante el fundamentalismo creciente, el integrismo en avance, la verdad absoluta en conflicto consigo misma, las guerras de religión, las dictaduras espirituales y terrenales.

Cada individuo de la especie vemos el mundo con nuestros propios ojos. Estamos muy bien dotados de intuición inherente que nos permite percibir el entorno con claridad suficiente para comprenderlo, no necesitamos interpretaciones ajenas ni que nadie nos imponga una forma determinada, e interesada, de ver las cosas.  Y por supuesto tenemos derecho a que nadie intente lavarnos el cerebro, a que nadie nos quiera controlar la opinión, la vida, la voz y la cultura, a que nadie nos impida decir, expresar y opinar.

Fundamentalismo equivale a = integrismo = sin razón = pretensión de verdad absoluta = autoritarismo = contra democratismo = radicalismo = intolerancia = fanatismo = intemperancia = sectarismo = obsesión = opresión = esclavitud = dominio desmedido = funesto control = exclusión = odio visceral = contra progreso = contra ciencia = extremismo,  y un interminable etcétera de nuestra rica lengua castellana, no en vano la historia humana está plagada de episodios de intolerancia.

Nadie posee ni es guardián de la verdad absoluta, la tolerancia no excluye a nadie. Las opiniones contrapuestas y su debate pacífico enriquecen el pensamiento y centran los valores humanos a destacar y promover.   «Diario Palentino, 17 septiembre de 2006»

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