«Cuando muera Fidel que les vaya bonito. Hay demasiados gavilanes internos y externos gravitando sobre la isla»
Mas de tres generaciones de ciudadanos del mundo hemos nacido y crecido asimilando Cuba a Fidel Castro como pareja inseparable. Fidel ha sido cartel y titular mundial, para bien y para mal. Siempre puesto como modelo para imitar o para rehuir, según quien hable. Ambicioso, egocéntrico e injusto como típico dictador, valiente sin embargo para mantener su pequeña isla lejos de las desmedidas ambiciones de sus vecinos USA, a pesar del hambre y de la escasez reinante en su pueblo. Honra sin barcos a ultranza. La segunda dictadura más larga de la historia parecía que no se iba a acabar nunca, pero la muerte no perdona, aunque Fidel haya decretado:- Mi estado de salud es hoy estable y lo será durante los próximos días-.Si no es un día será otro, aquí no se queda nadie.
Pero el problema no suele ser del que se va sino del que se queda. Cuba sea tal vez el país en el que mayor desacuerdo hay sobre quienes son los demócratas: los castristas o los opositores del régimen, ambos se auto atribuyen tal honor. Los comunistas no alienados o la contra afincada en Miami, alentada y financiada por los USA.
La caída de los regímenes comunistas del Este de Europa dejó a Fidel literalmente en pelotas. Su economía basada en el monocultivo de la caña de azúcar, cuyo producto intercambiaba con ellos por todo tipo de manufacturados y tecnología, no pudo resistir el bloqueo americano, y los habitantes de la isla quedaron sometidos a un duro racionamiento que les obliga a diario salir de casa con una sola idea: encontrar lo necesario donde sea.
Visitando Cuba, el viajero enseguida se da cuenta del carácter abierto del isleño. Se te acercan y te cuentan casi todo de su vida, real o inventado, si están a favor o en contra de régimen, sus necesidades familiares. A simple vista y con el reducido ángulo que puede dar una breve visita turística a la Perla del Caribe, se puede observar que los cubanos que sirven en los hoteles, en los autocares, en los taxis, es decir los que están en relación con el turismo, son por esencia y necesariamente castristas, afectos al régimen hasta el enfado. Son los que viven bien, los que ganan dinero, los que tienen la vida holgada porque solucionan el mes con una o dos propinas de los extranjeros. El año pasado por estas fechas muchos taxis oficiales llevaban en el cristal trasero un cartel que rezaba:»Feliz cumpleaños Comandante».
País singular donde los haya, en Cuba sorprende la gran cultura general de que gozan sus habitantes, lo mismo discute un camarero la doctrina de Platón, como un vigilante sobre cualquier teoría política. Los niños van al colegio en riguroso uniforme al estilo inglés, en autobuses escolares también uniformadamente amarillos y la enseñanza es obligatoriamente espartana. Tal vez Fidel haya proyectado en la programación su faceta castrense fusionada con su educación de niño bien en colegio jesuita. El resultado es un pueblo culto y por ende crítico para bien y para mal. Pero el desequilibrio en las previsiones formativas lleva a soluciones tan esperpénticas como cambiar médicos cubanos por petróleo venezolano.
A la contra castrista pertenecen todos los aspirantes a balseros, todos los que viven mal, los que solo tienen para comer diez días de cada mes, los que carecen de casi todo. Y en ellos se rebulle esa dolorosa contradicción del patriota que ha mamado de la instigación del amor a la patria hasta la médula pero que luego analiza su día a día y descubre que la madre Cuba no le da de comer y el padre Fidel solo atiende sus necesidades de palabra, a través de interminables discursos que adormecen pero no mitigan el hambre.
La asistencia sanitaria universal es el otro de los grandes pilares de la revolución. Buenos médicos para todos, pero faltan los medicamentos, la tecnología biomédica y hasta un simple apósito de primeros auxilios es objeto de mercado negro.
Hoy Cuba es, políticamente, una isla volcánica, los vecinos se denuncian unos a otros para ganar puntos ante el régimen, los comités de vigilancia de barrio trabajan incesantemente en su purga de traidores. Los pobladores odian o aman a Fidel tan apasionadamente como es su vida cotidiana, temen o admiran a los USA con la misma intensidad, se abrazan o se acuchillan entre ellos con el mismo ardor.
Cuando muera Fidel que les vaya bonito. Hay demasiados gavilanes internos y externos gravitando sobre la isla. Cuba sigue siendo hoy una golosa Perla en el Caribe. «Diario Palentino, 6 de agosto de 2006»