Descanso y preparativos

No hay versiones uniformes ni consejos de validez universal, lo que para unos es diversión para otros aburrimiento mortal

El largo año laboral tiene al fin su premio en forma de unos días de asueto. El sueño de la playa, de la montaña o de los viajes más o menos exóticos intenta invadirnos para evadirnos por un breve periodo de tiempo en el que nuestros pensamientos y ocupaciones serán totalmente diversos a nuestras ocupaciones y preocupaciones cotidianas.

Pero aunque nos parezca tan habitual como necesario, no debemos olvidar que esta buena y saludable costumbre pertenece al ámbito del bienestar y buen vivir. Es cierto que un trabajo bien hecho merece un premio, pero no todos los pobladores del planeta pueden compensarse y satisfacerse como creen merecer.

Las vacaciones reglamentarias son una conquista de la clase trabajadora durante siglos de lucha por conseguir establecer en las tablas de derechos de los trabajadores unos mínimos de descanso, al lado de unas condiciones de trabajo dignas y del cobro de los sobradamente ganados salarios. Este tiempo mínimo de respiro, de pausa y de tregua laboral pertenece por igual a todos y cada uno de los trabajadores del mundo. Otra cosa bien diferente es que tal vez dos tercios de la población no puedan gratificarse totalmente como mandan las normas de derecho internacional, más que nada porque en su medio económico holgar equivale a ayunar.

El descanso anual es como el semanal una necesidad para mantener la buena salud física, mental y social, tan benefactora para la convivencia con uno mismo y con los demás. Por el contrario los sociólogos han descubierto una nueva patología del espíritu que es el vicio por el trabajo,  equiparable, dicen, a la ludopatía, al alcoholismo o a cualquier otra drogadicción que, aunque de efectos diferentes, son formas de manifestarse una dependencia psicológica, una ansiedad y una deficiencia en la organización del propio tiempo vital. El indiscutiblemente sabio Eisntein decía y practicaba para sí, que las veinticuatro horas del día de una persona debían tener un reparto de actividad equilibrado, a saber: ocho horas para trabajar, ocho para dormir y otras ocho para las propias acciones vitales, personales, de ocio, placer y varios.

El destino dado al tiempo de respiro anual es opción personal. Tomar el sol, deambular, depurar armarios, limpiar el jardín, viajar lejos o cerca, vaguear o navegar virtualmente por la red. No hay versiones uniformes ni consejos de validez universal, lo que para unos es diversión para otros aburrimiento mortal y sobre todo dependiendo de la edad.

Lo que si resulta curiosa es la nueva reflexión que asalta al personal sobre la conveniencia de la segunda residencia que tan obstinadamente tenemos como objetivo los habitantes de las urbes. Ventajas e inconvenientes están siendo centro de revisión. Cada fin de semana, cada periodo vacacional, hacer y deshacer maletas, preparativos varios, listados de lo que hay que llevar y traer cada vez de una a otra vivienda, transportar los alimentos que han sobrado de la compra para dejar el frigorífico vacío hasta la próxima vez, fiambreras de comida cocinada para no tener que cocinar después, quitar las telarañas invasoras, limpiar los cristales para ver el paisaje, automatizar riegos, arrancar las malas hierbas, cerrar y abrir persianas, conectar y desconectar alarmas, etc., constituyen un laborioso y sistemático, casi agotador, protocolo que hace pensar: ¡Compensa! Eso sin contar la desmembración familiar que se va produciendo cuando la prole gana en edad y se niega a este nomadismo periódico que la separa de su entorno amistoso,  provocando en un primer momento traslados semiforzados y a regañadientes que suelen evolucionar a la existencia de dos casas abiertas, dos comidas que cocinar y la consiguiente división familiar.

Casa rurales, hoteles, cruceros, viajes aventura, campings y demás son la variada y lujosa oferta en la que podemos optar los habitantes de esta nuestra dimensión del bienestar. ¡Hasta para elegir nos tenemos que estresar! «Diario Palentino, 23 de julio de 2006″.

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