Esas moscas raras

«Este año son audaces hasta meterse en la sopa, se pegan al vinagre de la ensalada, se tiran en picado a por el tinto de verano, y si inspiras deprisa por la nariz se alojan con saña en la cavidad negándose tozudamente  a salir»

Con las diabluras genéticas que se experimentan cada año a nivel planetario, la llegada de un nuevo verano nos suele sorprender con una versión de las famosas plagas que la historia tan meticulosamente nos relata. Que si aquél año hubo muchos topos y el pasado cucarachas, a veces sobran ranas o saltamontes en otros. Esta vez les tocó turno a las moscas.

Y es que las moscas vulgares han sido objeto tanto de verso como de canto, Serrat puso música y voz sobre las rimas de Machado y la película del hombre-mosca se repite en versiones cinematográficas sucesivas. Los refranes que las aluden son múltiples y las convierten en tan familiares como odiosas, por molestas y pesadas más que por malas.

«En boca cerrada no entran moscas. Al hombre que camina no se le paran las moscas encima. Cuando el diablo no tiene que hacer con el rabo se espanta las moscas. Junio pasó la mosca del buey al burro. O la vaca lechera que se pasea por el prado y mata moscas con el rabo».

Este año son audaces hasta meterse en la sopa, se pegan al vinagre de la ensalada, se tiran en picado a por el tinto de verano y si inspiras deprisa por la nariz se alojan con saña en la cavidad negándose tozudamente a salir. Son moscas raras.

Tienen conductas extrañas, se amontonan en tropel y revolotean en danza en torno a la lámpara aunque sea de día, como esperando a que se encienda la luz, pero luego obedientes las espantas con un trapo, las indicas la dirección y salen por la ventana. No son pegajosas en la siesta, solamente en la comida, se ve que son glotonas mas que filántropas, por lo menos no te recorren con sus patas cosquillosas en los momentos que mas incordian. Son menuditas y cascan pronto, apenas duran una jornada. No se qué efecto tendrá a la larga esta transformación anómala.

En cuanto a su utilidad, como siempre que hay doctores hay doctrinas. Unos dicen que las moscas perjudican, que son insalubres, que con sus patas sobonas transportan todo tipo de gérmenes y miasmas, porque lo mismo recorren la miel que la mierda. Otros por el contrario aseguran que su efecto sobre nuestra piel es de limpieza, se comen las malas bacterias, nos depuran. Por fin, como siempre los eclécticos que dicen si pero no, un poco de todo y lo contrario, que es opción de acierto con menos riesgo de error.

Lo cierto es que aunque los científicos de esos misteriosos laboratorios secretos-USA las cambien el disfraz, siguen siendo esas pesadas y tercas moscas inherentes a los humanos y sus animales asociados, vayamos donde vayamos estarán. Porque en su vuelo ligero no encuentran freno y además son muchas, sin nombre ni identidad, sustituibles, intercambiables, inconmensurables. Tampoco aparentan clasismo, lo mismo aparecen unidas a la miseria que a la opulencia, solo que en este último medio se las persigue de forma insistente, con instrumentos contundentes y sin piedad.

En la miseria son compañeras inseparables del humilde viaje por la supervivencia, no estorban ni molestan, solamente están, como todo alrededor, como el hambre, como la insanidad, como la escasez, como la injusticia. Campan por las comisuras de los labios de los bebés chupando el escaso resto de leche materna que no pudieron relamerse, moran en antiguas heridas abiertas sin capacidad ni defensas para cicatrizar, supervisan en su primer recorrido la exigua ración de arroz diaria de muchos habitantes de este planeta. Tal vez ellas, también hambrientas, nunca llegaron a poder saciar su pequeña cavidad digestiva, en perfecta sincronía con sus hospedadores a los que parasitan.

Reir juntos, comer juntos, dormir juntos, pasar alegrías y penalidades une mucho, crea similitudes, acabamos pareciéndonos. «Vosotras, las familiares, inevitables golosas, vosotras moscas vulgares, me evocáis todas las cosas»(A.Machado).

«Periódico Carrión, 17 de julio de 2006»

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