«Esta conducta ya dura demasiado para ser una rabieta de perdedores, también dejaron pasar la oportunidad de rehacer una nueva estrategia de renovación como anunciaron”.
Sobre estrategias todo y nada está escrito, cada dirigente tiene su librillo y lo utiliza a golpe de oportunidad. Para la democracia española pasaron a la historia los breves momentos en que “hacer leal oposición” era motivo de orgullo cívico y se estimaba como valor fundamental la convivencia pacífica y la disquisición educada y elegante entre oponentes políticos que sabían hacer un uso correcto de las instituciones creadas a tal fin.
La imagen esperpéntica que ofrece el principal partido de la oposición ha rebasado las fronteras nacionales y es motivo de bochorno en la primera plana de muchos informativos europeos. El perfil de un Martínez Pujalte en continua excitación provocativa, aplaudido y alentado por los señores diputados de su grupo, no puede por menos que avergonzarnos. Pero el color se nos sube de tono cuando en vez de ser recriminado por sus superiores jerárquicos resulta que le felicitan y a bombo y platillo anuncian nuevas algaradas en el Congreso.
Como un pulpo en permanente ataque esquizofrénico el Partido Popular retuerce sus tentáculos enloquecidos y reprueba al Presidente del Congreso por desempeñar serenamente su papel de moderador, al mismo tiempo sus portavoces piden la dimisión del ministro Alonso, otros de la misma especie boicotean el normal desarrollo del trabajo en la asamblea de Madrid exhibiendo bulliciosamente unas esposas de juguete, mientras por otro lado consiguen una “curiosa” condena policial sin precedentes para demostrar que todos los españoles estábamos sonámbulos cuando creímos ver unas manos que atacaban a Bono, Zaplana aprovecha la vocería para querellarse contra quienes le acusan de corrupción en el caso de Terra Mítica mientras en la Diputación de Lugo se defienden como gato panza arriba porque parece que están pasando cosas raras, al igual que en Orihuela, Castellón, algunos municipios canarios, etc.
La estrategia es clara, conseguir titulares estridentes sin vergüenza ni pudor, rebasar el límite de lo correcto, de la honorabilidad y de la educación, desprestigiar las instituciones democráticas, dónde gobiernan las utilizan para su uso personal y dónde no tienen el poder las denigran, deshonran y mancillan. Crear confusión, desorden, escándalo, que no se vea la tarea en positivo de quienes tienen la responsabilidad de gobierno, y ya de paso que la propia corrupción de algunos de sus hermanos políticos y representantes públicos quede difuminada por una cortina de humo sospechosa y maloliente. Es la típica mezquindad llamada estrategia de campo quemado, si no voy a recoger yo la cosecha que no la pueda disfrutar nadie más o después de mí el diluvio.
En las encuestas caminan incesantemente para atrás como los cangrejos, cuanto más tiempo pasa menos españoles votarían al Partido Popular y más baja es la nota del suspenso de sus líderes, claro que siempre pueden impugnarlas al estilo Berlusconi, cuando no les gustan los resultados dicen que hay tongo, lo impugnan y si consiguen un juez de su cuerda pueden hasta ganar un titular mientras el propio fiscal sorprendido recurre y llegando el asunto a un juez ecuánime dicta sentencia objetiva. Pero para entonces el fin estratégico-mediático-escandaloso se ha conseguido, llamar la atención y desprestigiar. Otra vez utilizando las instituciones, da igual sea las de orden civil, judicial o militar, los tentáculos llegan a todas partes y todo es bueno para el convento.
Lo peor del caso de esta conducta es que ya dura demasiado para ser una rabieta de perdedores, también vieron pasar la oportunidad de rehacer una nueva estrategia de renovación como anunciaron, los niños pijos advenedizos y sin principios morales, ni fundamentos personales, ni valores solidarios solo conocen el camino que les han trazado y no lo van a variar porque les va bien para el negocio, y si no es así no hay juego, se rompe la baraja hasta que no quede una sola carta sobre la mesa. «Diario Palentino, domingo. 21 de mayo de 2006».