“Tenemos que ejercer nuestros derechos sin tardanza, que las obligaciones ya nos vienen impuestas por leyes igualitarias”
Todavía las mujeres estamos ingenuamente en Babia, y a pesar de que nos hablen de igualdad no hay más que darse un paseito matinal por las páginas de cualquier periódico o los informativos de cualquier canal y contar el número de representantes masculinos y femeninos que aparecen con sus nombres y fotos en el recorrido mediático.
Los políticos nos hablan de igualdad, estando de acuerdo o no con las cuotas prefijadas o con la valía personal, pero al fin y a la postre, hechos son amores y no buenas razones. Las mujeres ocupando cargos número uno en los sectores público y privado seguimos siendo una minoría irrelevante, es lo que se llama mucho ruido y pocas nueces o pretender venderte la coca-cola para que seas feliz en la vida bebiéndola a todas horas. Operación marketing.
Es lógico, “ellos”, los hombres, defienden a ultranza su staf, su papel y su holgado hueco en el mundo económico, político y social, mientras tanto con la boca pequeña dicen reconocernos igualdad en la escena para colocarnos a continuación de presentadoras o de teloneras de los artistas principales, o de cabezas de turco en el ara de los perdedores, porque si entramos a saco temen perder sus fructíferos beneficios de puestos de trabajo, ascenso en el escalafón, mayores salarios a iguales funciones, más protagonismo en todos los ámbitos, y además la familia se les desarticula porque ellos no saben organizar un hogar habitable, muchos ni poner la lavadora. Desde luego yo si fuese hombre también sería reticente a dejarme merendar mis privilegios, aunque no lo verbalizara por incorrecto. Es simplemente lo que está pasando. Por un lado van los montes y por otro las arenas, por mucha fatua verborrea que se destile desde la barra del bar hasta los púlpitos de cualquier foro.
Los hay que se confiesan autodidactas y enuncian, -A mí de igualdad no me habló mi madre ni mi abuela, tampoco mi mujer se ha puesto especialmente exigente- ¡Anda y tócate un píe! Que así dicho a simple vista parece que además están culpando a las mujeres de la familia de haberles atendido, consentido y no exigido su parte en la tarea de la igualdad. ¡Pues chicos! se agradece el esmero de autoaprendizaje emprendido pero además de decirlo para quedar bien hay que practicarlo, y si son duras de pelar hay que explicarlas, a ellas, el tema de la igualdad, hacerlas ver que uno puede ser autónomo y no las necesita para ir aseado, planchado, ordenado y tener la cama hecha. Y que si estamos unas con otros y otras con unos o entre sí, no es porque nos necesitemos para vivir, ni para comer, ni para respirar, sino porque nos complementamos y porque queremos estar juntos para compartir esta breve/larga existencia que nos ha tocado en el bombo del azar.
Las leyes europeas y por ende las españolas no se cansan de apuntar, cantar y contar iguales derechos, pero ¡ojo!, a iguales derechos se anejan iguales obligaciones y no porque hagamos dejación de una de las dos se nos va a perdonar nada llegado el caso. Es frecuente aún, y en mayor medida en nuestro medio rural, sea de economía agrícola, ganadera o de servicios, que los hombres lo mangonean todo pero no saben en su casa donde está la sal. Y cuando digo todo, hablo de la enjundia, de los ingresos, de las cuentas bancarias, de las inversiones, etc. Tienen a su nombre los recibos de agua, de luz, de IBI, de las financieras, del colegio de los niños y la cuota de la seguridad social.
En nuestro medio rural las mujeres siempre han trabajado en el campo, en el huerto y en la cuadra, además de en la casa, pero solo ellos cobran el retiro agrario, ellas no han devengado pensión alguna porque nunca figuraron en la ficha empresarial, cuelgan literalmente de la paga de sus maridos mientras sus riñones sufren el deterioro de muchos años de aportación productiva a la economía familiar y social. Ellos hacen y deshacen en el patrimonio ganancial, y si la gestión es mala o vienen mal dadas se lo lleva todo el diablo y se quedan también sin su mitad, la que la ley dice que es de ellas pero sobre la nunca han ejercido ningún poder ni autoridad no “consentido”.
Es hora de tomar las riendas resueltamente, a paso largo, menos bla, bla, bla y más decisión, tenemos que ejercer sin tardanza nuestros derechos, que las obligaciones ya nos vienen impuestas por leyes igualitarias. “Periódico Carrión, 2ª quincena, mayo 2006”