El "Diario" y yo

Diario Palentino, con siglo y cuarto de historia local, ha ido al compás de muchas vidas de mujeres y hombres de la ciudad y de la provincia

En Palencia el Diario Palentino es tan emblemático y tan propiamente palentino como la Calle Mayor, como el Salón o como la orilla del río Carrión. Porque las ciudades no son solamente asfalto, calles y plazas, son también los habitantes y la sangre que corre por sus venas.

Y aquí siempre se ha dicho que Palencia es un pueblo grande o una ciudad pequeña que viene a ser lo mismo, por eso nos conocemos todos, funciona la información boca a boca mejor que ningún otro medio de comunicación, si bien es cierto que tenemos más tendencia a cotillear lo malo que lo bueno de los demás. ¡El morbo es el morbo, oiga! Y en eso no nos diferenciamos nada del resto de los mortales. El acontecer en la vida de los paisanos forma parte integrante de la propia en los latinos mediterráneos, porque en otro caso seríamos suecos y tristes como la noche boreal.

Diario Palentino, con siglo y cuarto de historia local, ha ido al compás de muchas vidas de mujeres y hombres de la ciudad y de la provincia. Secciones como la del Registro Civil donde los noveles padres buscaban ansiosos la reseña con sus nombres y el del nuevo retoño para recortarlo y pegarlo en el álbum familiar. También las esquelas, por supuesto, que además de dar nota de los finados aclaraban muchas dudas sobre los parentescos. La sección de los Anuncios por Palabras era el cartillón provincial por excelencia que acercaba a compradores/vendedores espontáneos y mercachifles de las más curiosas mercancías. Aquella otra de sucesos, terrorífica, siempre nos ponía los pelos de punta, en la mente infantil nadie podía imaginar que hubiese personas capaces de tantas perversidades. Polìticos, ¡cómo no!, deambulando por sus páginas de uno a otro lado sin parar.

Por su escueto tamaño, comparado con los de otros lugares, también se llamó «inter nos», -la hoja parroquial-, e incluso  y hasta hace bien poco «el mentiroso», esto no se porqué, en realidad casi cualquier mentira era constatable luego no tenía razón de ser el mentir, aunque si bien es cierto que la forma de contar una noticia es subjetiva y por ende el sentido de la redacción periodística puede variar considerablemente según quien la cuente, como lo de la feria. Agustin Calderón, palentino de raza y estirpe, siempre dice que le gusta leerlo porque conoce a las personas de quien habla, lo que no ocurre en los de tirada nacional.

En el majestuoso y a su vez tenebroso portal de Modesto Lafuente, lo que un día será centro de Salud La Puebla, donde nacieron tres de mis hermanos, la voz del repartidor del periódico sonaba todas las tardes, era algo tan familiar como  la de la lechera y el panadero por las mañanas. Por su puesto no existían los porteros automáticos y la comunicación era en ciertas distancias a voces: «Iario, iaaaario» (el Diario), «Paiero, paiiiiero»(el panadero), «echera, echeeeera»(la lechera), y cada vez se abrían las puertas y de cada una bajaba una vecina (que no vecino) a por el recado de razón.

Luego conocí los talleres y la redacción por dentro. Me gustaba ir con mi amigo Toño Alamo, su padre era el Director y siempre se dirigía a nosotras, las chicas, con aquello de «Este ramillete de flores palentinas» que formaba parte inseparable de la galantería y saber estar que le caracterizaban. Impresionaba ver trabajando aquella maquinota de linotipia enorme, o al menos a mí me lo parecía, que fabricaba planchas de plomo con lo redactado cada día (creo que todavía tengo alguna de aquellas piezas en algún lugar recóndito), y el olor a tinta que impregnaba la ropa.

Verme en las páginas del Diario Palentino uno y otro día durante las fiestas de San Antolín de 1974 formando parte del anual «ramillete de flores palentinas»  fue una gozada sin igual, con foto, con nombre y disfraces ad hoc según el evento. ¡Tela marinera! Luego como el Guadiana, de Presidenta del Colegio de Secretarios de Administración Local firmando el primer convenio de sustituciones junto al entonces Presidente de la Diputación, Jesús Mañueco, él por supuesto salía todos los días.

Cuando el pequeño y familiar Diario Palentino pasó a formar parte del nuevo imperio editorial, por entonces no se si naciente o todavía en proyecto, Guillermo y Javier Hernández, los valientes adelantados del experimento, me hicieron un hueco para colaborar en la edición de los domingos, poniéndome como única condición el respeto a la Constitución y a las leyes. El primero fue el 20 de diciembre de 1998 y aunque ya llevaba varios años aportando mis reflexiones en otros medios, me hizo mucha ilusión aparecer cada domingo e ir ganando lectores hasta el día de la fecha en que mi compañero de trabajo Combarros me llama «carne de retablillo», por las variopintas respuestas que recibo.

Se sucedieron los directores de la transición empresarial hasta el asentamiento definitivo de Carlos Santoyo que parece haber dado estabilidad al sistema, tal vez por ser propiamente palentino y experimentado sabueso (con perdón) en las lides periodísticas.

Tengo que decir alto y claro que siempre en esta casa me he sentido libre y respetada en cuanto a expresión de mis opiniones. Jamás nadie me vetó, ni me sugirió, ni me advirtió, a pesar de que intuyo que a alguno le han pedido mi cabeza en más de una ocasión. El Diario Palentino fue a su manera, y es hoy al modo actual, un poco morada de todos los paisanos de latitud provincial, a través de él sabemos unos de otros, nos comunicamos, cada mañana se cuela en nuestras vidas para contarnos, con la voz cálida de su cotidianeidad, lo que hacemos y donde se llega cada cual. ¡Salud para cien años más!  «Diario Palentino, 14 de mayo de 2006»

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