Hoy las fronteras son permeables El planeta es grande y está lleno de oportunidades. Las culturas viajan, intercambian ritos y creencias. La intercomunicación social corre como el agua y busca sus caminos.
Las recientes estadísticas de población española dan como resultado que ya casi el 8% de la población de este país procede de otras nacionalidades. El envejecimiento de los españoles y la necesidad de atender a la producción y a los servicios obligan a reclutar gentes venidas de diversos países. A nadie coge de sorpresa porque desde hace muchos años los demógrafos están avisando de la llegada de esta situación.
Sin embargo los viejos españoles, en sentido originario y cronológico, no estamos acostumbrados a ver tanta variedad racial y cultural por nuestras tierras y como reacción defensiva, desconfiamos. Económicamente les necesitamos y sin embargo tendemos a imputarles incivismos, violencias, ilícitos de cualquier tipo y grado, queremos que trabajen en aquello que aquí no quiere nadie, que cundan, que rindan, que no reclamen. Como contraprestación a la sociedad que los acoge, cada año las cifras de natalidad se incrementan gracias a ellas, las mujeres que todavía valoran por encima de otras prioridades el tener hijos y criarlos como un bien digno de poseer. Oxigenan con sus bebés nuestra senil sociedad.
Éste, aunque nuevo en España, es ya un proceso antiguo y experimentado en las rancias democracias europeas. Hace más de treinta años que Francia, Gran Bretaña y Centroeuropa occidental, vienen renovando sus generaciones a base de misceláneas de las más variadas culturas y procedencias. Entre ellos, unos países han hecho bien aplicando políticas de integración, inserción y mestizaje, y otros sin embargo están sufriendo las consecuencias de una marginación provocada o al menos no remediada a tiempo.
La globalización, ese término tan traído y llevado, ten versátil e instrumental, nos sirve para definir el nuevo camino del mundo occidental fundamentalmente, y de otros mundos más cerrados e integristas a su pesar. El mundo global que nos espera responde a una interconexión mundial productiva, de hecho hoy consumimos a mansalva productos made in China, made in India o made in Taiwán.
Aún suponiendo que no quisiéramos, hoy las fronteras son permeables. Desaparecidas las históricas dictaduras de todo signo, la libre circulación de personas, trabajadores, mercancías y productos es un hecho que no tiene vuelta a atrás. El planeta es grande y hay que patearle, está lleno de oportunidades, las culturas viajan, intercambian ritos y creencias. La intercomunicación social corre como el agua y busca sus caminos.
El protagonismo negativo que ha buscado adquirir en los últimos años el islamismo se ha constituido en la principal preocupación mundial. De los integrismos y radicalismos no puede venir nada bueno. Para convivir hay que ceder, y mucho, pero quien no está dispuesto a adaptarse solo puede crear tensiones.
Y para ejemplo de actualidad, la nueva inseguridad a nivel mundial creada por Irán al incumplir el acuerdo firmado en 2003 con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) en el que se convenía suspender la actividad de producción de uranio enriquecido y plutonio. Desde Teherán se justifican respondiendo que lo hacen “con fines científicos”, pero lo cierto y alarmante es que ambos elementos sirven para fabricar bombas nucleares, lo que constituye un tema de suficiente gravedad para ser estudiado con detenimiento y en profundidad. El incidente no ha hecho más que empezar pero si no razonan puede que se alargue o complique con el consiguiente malestar mundial y el temor de fondo latiendo.
Como la vida misma, el devenir mundial se produce a trompicones, somos muchos y variados, cada uno de una madre, y todos en general poco propensos a transigir y colaborar. El mundo requiere hacer un esfuerzo de convivencia. «Diario Palentino, 5 de febrero de 2006»