Y en el medio, la virtud

“En la fase histórica que nos ha tocado vivir, todos los indicadores apuntan a que la ruta sin retorno es la del avance, la del progreso, la de la participación social y la mejora paulatina y continuada de la calidad de vida”

La capacidad de raciocinio es un atributo de la condición humana. El libre albedrío nos da la oportunidad constante de elegir entre los extremos. Y de un extremo a otro hay un infinito abanico de posibilidades sobre las que podemos alojar nuestra decisión, nuestra conducta.

Pero a pesar de que a lo largo de la historia de la humanidad los extremistas nunca han estado bien valorados por la sociedad del momento, también es cierto que en determinadas épocas el control demagógico de las masas por líderes de creación artificial, ha conducido a pueblos enteros a conflictos sociales, persecuciones dirigidas y orientadas políticamente, actitudes bélicas contra personas o grupos por razones manipuladas, desconocidas o incluso ya olvidadas si es que las hubo.

Dictadores hubo y hay con éste sueño de dominación. Hitler, maestro excepcional de todas las artes embaucadoras y de supremacía, fue capaz de encandilar con su sola voz y su tono de arenga imperialista a millones de alemanes deseosos de tener por fin una identidad nacional, transmitiéndoles su desaforado y cruento sueño soberano cuando Alemania era tan solo un Estado naciente en el mapa europeo.

Idealistas hubo que en su utópico sueño de igualdad a ultranza, arrastraron a enfebrecidas masas debilitadas por la miseria material y social hacia una revolución proletaria que tampoco dio los resultados previstos.

Entre uno y otro extremo, entre dos perspectivas tan opuestas como violentas, aunque con diferente objetivo y justificación, el siglo XX europeo nos enseñó el camino del medio, el de la moderación, el de la virtud de los filósofos griegos. De aquellas enseñanzas y experiencias se nutre la salud política de los pueblos europeos. El último y arcaizante conflicto de Los Balcanes pareció limpiar y cerrar definitivamente casi todas las viejas heridas de la historia europea de todos los tiempos.

Hoy Europa, el viejo continente, cuna de la historia occidental, de las artes y las ciencias, yacimiento de cerebros y noble idiosincrasia, goza de una salud de hierro y se constituye en el único referente mundial frente al gigante imperialista USA. Con este substrato la madurez democrática es un hecho incontestable.

Hoy, siglo XXI, en nuestra latitud, las cabezas pensantes de los europeos no alojan ningún atisbo de temor a que las cosas dejen de ser lo que son para ir a peor. En la fase histórica que nos ha tocado vivir, todos los indicadores apuntan a que la ruta sin retorno es la del avance, la del progreso, la de la participación social y la mejora paulatina y continuada de la calidad de vida. Es un destino que no pueden cambiar las palabras.

Nadie en Europa hoy piensa en reveses políticos de envergadura, en riesgos de merma de los niveles de democracia conseguidos. Ningún europeo leído teme, ni por asomo, que los cuatro ultras, que hay y siempre ha habido como raros especimenes de macabro laboratorio, vayan a tener ningún poder de decisión ni de actuación, salvo la puesta en escena de las estrategias aviesas y tramposas que son su especialidad y se orientan a intentar, sin conseguir, envenenar la pacífica convivencia social.

Afortunadamente la variedad de individuos en la raza humana hace que cada uno tengamos una cabeza propia sobre los hombros, para poder pensar, analizar y decidir entre las opciones que se nos ofrecen. Unas cabezas están mejor amuebladas que otras, porque ya vienen de origen bien equipadas y con posibilidades o porque se han formado posteriormente, otras, sin embargo aparecen más mermadas para la comprensión del entorno. ¡Que se le va hacer!, la naturaleza es caprichosa y en la diversidad está la riqueza. Pero todas, unas y otras, en este tiempo y en nuestra latitud, estamos de acuerdo en que el valor paz es prioritario en nuestra escala actual. El ejercicio de los derechos civiles tiene sus cauces bien asentados, mal que les pese a algunos. «Diario Palentino, 22 de enero de 2006»

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