«Lo cierto es que, con o sin igualdad, en los primeros mundos o en los terceros, la mayoría de las compras que hay que hacer para el hogar las hacemos las mujeres»
Son muchos los chistes, más o menos machistas, que se difunden a diario entre la población de los países, que podríamos denominar. «sobrados».
Hace pocos días uno de mis amigos ínternautas me enviaba un e-mail titulado:»diferencia» y en él se podían visualizar dos fotogramas; en uno de ellos una niña corita mostraba una tarjeta de crédito en una mano y un teléfono móvil en otra. En la otra foto un niño, también corito, tenía una mano bien ubicada en sus partes y con la otra mostraba en gesto ufano un mando televisivo. ¿Tópicos o realidades? Ni las estadísticas sociológicas lo saben.
Los cortos publicitarios con los que nos bombardean a traición entre películas, no alojan tonterías casuales. Están detenida y científicamente estudiados. Llevan dinamita. La incitación al consumo es el objeto, los demás consejos son mero camuflaje. No son mejores los detergentes que más salen en los anuncios. Ni tampoco son más seguros los coches que pasan estremecedoras pruebas de pilotaje. Lo hacen ver.
Pero lo más chocante es observar quien es el destinatario de las invitaciones al gasto. El montaje es diferente según quien sea el consumidor. Si el tema es el afeitado, de pronto una anónima e inconexa mano muy femenina aparece acariciando la mejilla rasurada. Después un coche sin personaje, misterioso, cristales tintados, todo potencia y control, acelera y frena contra la pantalla de nuestro televisor, descubra el enigma del caballero enmascarado ¡oh! A continuación golosinas que son alimento, entretenimiento, juego, enseñanza y medicamento, vamos, como los tampax que valen para todo.
Otro aspecto a tener en cuenta es la franja horaria de emisión de cada apartado de publicidad según el tipo de audiencia, detergentes y sopas para los descansos de los culebrones y programas del corazón; cervezas y coches para los entretiempos de los deportes. Música y ropa en horario de adolescentes.
Sin embargo es muy fácil darse cuenta que la mayoría del tiempo de emisión, y un alto porcentaje de anuncios se destina a las mujeres.
Se ha dicho de las mujeres que somos recolectoras, compradoras compulsivas, consumidoras sin criterio, sobre las mujeres han dicho siempre tantas cosas los hombres que ante la imposibilidad de resumirlas, vamos a barajar.
Lo cierto es que, con o sin igualdad, en los primeros mundos o en los terceros, la mayoría de las compras que hay que hacer para el hogar las hacemos las mujeres. Y aunque se ven hombres con carro sobre fondo de supermercado los sábados a la tarde, lo que no entró en el carro, lo que se acabó después o lo que es menester comprar a diario tiene compradora, no comprador, salvo algún que otro jubilado.
Las bolsas de plástico de los establecimientos de alimentación circulan por las mañanas de manos de las mujeres. Aprovechando el receso del café en el trabajo, mientras los niños están en el cole, entre una y otra labor, hacer la compra todavía en la práctica es cosa de mujeres.
De modo que como estamos acostumbradas a comprar a diario y proveer todas las necesidades familiares de tipo material, pues somos el objeto último y más cuidado de la publicidad. Los fabricantes quieren que las mujeres sigamos comprando, que veamos mucho la tele y a continuación salgamos a comprar para toda la familia. Ellos saben que no hay nada más desabastecido y poco tentador que el contenido de un frigorífico en un piso de soltero.
Después de la comida viene la limpieza con su amplia gama de productos para lustrar y seguir cuidando a la familia con esmero, higiene, desinfección y suavidad. Los electrodomésticos tienen que ser ecológicos y silenciosos para cuidar también del medio ambiente. Las felices vacaciones sonriendo todos juntos. El coche seguro, atractivo, para viajar, para ligar, para epatar.
Y por fin como no podía ser menos, la moda, la moda de las grandes firmas, las chaquetas, los zapatos, las blusas, los jerseys, las rebajas, llévatelo todo. Como guinda Antonio Resines en plan macho hispano, pasando revista a la familia para comprobar si ha gastado bien su dinero.
El dinero se gana y se gasta, mis bienes son para remediar mis males, la economía se mueve, si se consume lo que se produce hay que producir más. Hacer y deshacer todo es labor. El ciclo de la producción se cierra en la consumición. Como la vida misma. «Periódico CARRIÓN, 16 de julio de 2004».