El otro frente: Los que nunca serán santos.

– Varón de mediana estatura, pelo moreno, unos treinta años, viste pantalón gris, chaqueta negra y camisa blanca. Identidad desconocida. El cuerpo presenta cuatro impactos de bala,…- , con este texto o ligeras variantes constan cinco actas de defunción fechadas en julio de 1936 en los libros de Registro Civil de Villaumbrales.

Los vecinos de aquella localidad saben, algunos porque se acuerdan, otros porque se lo han contando, que esos cuerpos de identidades desconocidas pertenecieron a los maestros de Villada, ejecutados y abandonados un amanecer junto a las tapias del cementerio local donde hasta hace poco tiempo todavía se podían ver en los muros los impactos de las balas.

Cinco maestros, jóvenes, ilusionados, asesinados, ¿por qué? por ser maestros, por enseñar y abrir los ojos de la ignorancia, por haber cursado sus estudios de magisterio en la República. Por rojos, disidentes, traidores y pertenecer a las hordas marxistas y al complot judeo-masónico bolchevique, seguro que fueron las causas que alegaron quienes impunemente y arrogándose competencias divinas les ejecutaron.

Una guerra fratricida no tiene perdón, en ninguno de los bandos. Pero parece que esta tesis no es unánime y cuando ya se han cerrado las heridas y el relevo generacional ha dado al traste con las inquinas y los rencores viene la Iglesia Católica Apostólica y Romana, suprema interviniente y protagonista ineludible en la Historia Universal y decide que va a santificar uno de los bandos de la conflagración civil, porque la feligresía necesita nuevo santoral y parece que la ciencia desgraciadamente ha explicado en demasía eventos que antes eran considerados milagros y ahora resultan ser meros fenómenos meteorológicos.

De modo que según parece si no hay milagros no hay santos y si no hay renovación del santoral se deprime la fe cristiana, así que hay que encontrar relevos, ¡y qué mejor que el filón de la guerra civil!. Además muy a tono con la alta jerarquía eclesial se supone que serán santos los del frente triunfador, mejor si eran clérigos y murieron por aquellas fechas aunque fuese de una indigestión siempre se puede justificar que los anarquistas les obligaron a tragar mas de lo que les cabía. Los malos por supuesto son los vencidos y así hemos leído siempre en las placas conmemorativas de los todos los pueblos de España sin excepción: “Caídos por la Patria” y a continuaciónel listado de los buenos y el castigo con el olvido absoluto y la vergüenza familiar para los malos sarnosos comunistas que para su desgracia y por ironías de la vida en su mayor parte no llegaron a enterarse de quien eran, qué vinieron a hacer a este mundo y porque se encontraban con un arma en la mano con orden de disparar a todo lo que se moviera al otro de la trinchera.

Mi amigo y artista Rafael es tartamudo desde entonces, desde niño. Cuando su padre estaba sirviendo la plaza de médico en Perales un grupo de jóvenes falangistas disfrazados de camisa azul y correaje, lo que hoy serían skinheads o tribus urbanas de cualquier violenta índole, decidió divertirse ametrallando la fachada de su casa y aunque no hubo de momento que lamentar víctimas mortales, el niño Rafael ya nunca pudo volver a componer una frase de un tirón, luego su padre sería “ajusticiado” en la cárcel de Palencia por atender a los pobres mas de la cuenta.

Santos por milagreros, santos por ajusticiados, santos por apariencias, santos consejos vendo, santos porque hacen falta y santos por arrepentimiento (San Agustín antes de ser santo fue un pendón), la Iglesia siempre tiene razones que la razón no entiende.

Vaya un recuerdo de mi voz por aquellos que no estuvieron en el lugar y momento oportunos a la hora de morir en aquella guerra, por aquellos que fueron santos aún sin saberlo y por los que nunca serán reconocidos como santos aunque lo fueran. La humanidad escribe la historia y el papel es blanco y se deja, ni corrige ni opone resistencia. “Diario Palentino, 30 de enero del año 2000”

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